Iguazú: Patrimonio de la Humanidad

lunes, 18 de noviembre de 2013

"Blurred Genres: The Refiguration of Social Though’, The American Scholar" Análisis libre del árticulo de Clifford Geertz (1980)




Por mi formación anterior, en la epsitemología de la Ciencia Económica, he estado acostumbrado a dormir idealizando grandes mamotretos, en forma de modelizaciones matemáticas, que pudieran, de alguna manera, contribuir a hacer que el mundo actual fuera un poco mejor. Que el sistema Neocon no fuese capaz de romper los modos de vida que no bailaran a su ritmo. Teoría del caos, modelos de cuerdas, ecuaciones diferenciales...Todo valía, o casi, para hacer experimentos erráticos y baldíos. Pero afortunada – o desgraciadamente – la Economía es una ciencia social y los números, sin alma, nunca cumplen su cometido. La presente lectura evoca mis primeros escarceos con la Antropología, como los de un adolescente iniciándose en azares amorosos. Recuerdo que me costó casi un trimestre aterrizar en este campo; ser capaz de traducir y derivar lo que leía hacia mis torpes neuronas, retorcidas por curvas de oferta y demanda. Traducción y derivación, eticemic...que luego serían reconocidos instrumentos del saber antropológico, sin saberlo, me estaban ayudando a quedar “enganchado”. Quizás sea esta la sorpresa, agradable, que me sugiere “The American Scholar es decir, la capacidad para hacerme recordar quequehacerantropológico se caracteriza por la implicación-participación del investigador en el entorno que pretende estudiar. Y como va de metáforas y alegorías, cada vez estoy más convencido que mientras el economista vuela por encima de la ciudad buscando grandes generalizaciones o el sociólogo recorre las venas de la noche cabalgando en una moto de gran cilindrada, el antropólogo se sienta en las esquinas para hablar con los moradores del asfalto, beber de los cartones de vino peleón, comer en albergues y fondas buscando empapar su alma con la esencia virtuosa o corrupta de la urbe.
Por ello, considero que la idea central de la lectura ronda, mediante los conceptos de vida como juego o como escenario, explicación interpretativa, dramatización, símbolos, rituales, etc, la necesidad de analizar desde la coherencia sin pretensiones, excesivamente voluptuosas, la realidad social y humana del área de estudio. Porque, como demuestran próximas lecturas (he elegido como segunda la de R. Rosaldo Desde la puerta de la tienda de campaña: El investigador de campo y el inquisidor) toda vida social se construyeproduce y reproduce- en torno a símbolos, ritos y ceremoniales que ningún antropólogo debe obviar si verdaderamente quiere conocer lo que realmente acaece. Y, en éstas, me viene a la cabeza el concepto de descripción densa (Cifford Geertz La interpretación de las Culturas.(1992) Ed. Gedisa . Barcelona) y su ejemplificación en los juegos del niño que guiñaba el ojo voluntariamente o comoticy elcolegaque lo hacía como mofa o imitación. Resumido por Geertz respecto a la aportación de Gilbert Ryle.
Utilizando toda la fuerza de la Antropología Cognitiva y Simbólica, hago un símil entre la labor del etnógrafo y la del cirujano, pues ambos penetran en un cuerpohumano el primero y social el segundo - y lo diseccionan. No obstante, mientras que el galeno deja huellas físicas de su tarea, conscientemente porque así muestra lo buen profesional que es, el antropólogo debe ser, como mucho, un observador participante que no contamine el entornocuerpo que visita. Al respecto, recuerdo una lectura sobre investigaciones etnográficas en África. Qué era, más o menos, así:
Un etnógrafo visitaba la aldea que años atrás había analizado otro colega suyo, aquél con tanto éxito había escudriñado el poblado que su relato fue merecedor de pronta publicación. Consiguientemente, su libro quedó como referente del estudio de campo. El nuevo visitante se reunió con un interlocutor nativo y siguiendo la guía de su colega observó, con gran admiración, que todas las preguntas que le hacía, en referencia a temas tratados en el anterior estudio publicado, eran contestadas con respuestas similares, casi calcadas. Dedujo entonces que su colega había sido todo uncrack; capaz de empaparse del simbolismo tribal y a la vez gozado de la maestría para traducirlo a la cultura occidental. Pero como quería sondear nuevos aspectos sobre la vida local, tocar otros temas distintos a los ya manidos en la obra que usaba como guía, quizás para justificar su larga estancia en la aldea, abrió una nueva línea de investigación. Este giro imprimido a la entrevista dejó mudo a su interlocutor quien, contrariado, se fue al fondo de la cabaña y tras unos minutos regresó con el mismo libro del anterior antropólogo, en sus manos, preguntándole con cierta sorna; ¿En que parte del mismo se encontraba la pregunta que me estaba realizando?.
En fin, que desgraciadamente el que el denominado por Victor Turner, drama social (Concepto que usa para definir lo que ocurre en todos los escenarios de la vida – momentos e historias de crisis y conflicto – a la vez que permite entender la actuación – dramatización – del actor social en el ceremonial)en aquella aldea se habría visto corrompido por la visión del etnógrafo, aunque ésta se refiriese al propio drama en cuestión. Recordemos que el concepto de primitivo actual muy poco tiene que ver en esencia con el primitivo real, del neolítico, puesto que el del presente ha tenido varios siglos de contacto con la civilización occidental, ha adoptado algunas de sus costumbres y sistemas de representación.
Para terminar y porque creo que implica a la materia que nos une, me gustaría hacer una sencilla referencia – no me atrevo a llamarla crítica, por la importancia de la figura - a D. Gustavo Bueno, padre, profesor Dr. emérito de Filosofía en la Universidad de Oviedo, quien comentaba recientemente en unas jornadas sobre “Estética actual”, que los antropólogos no tenían – teníamos – ni idea de lo que es el ser humano pues nuestra ciencia, analizando tribus y pueblos primitivos, no servía para ello. La verdad es que o mucho me he engañado en mis años de estudio o la opinión de D. Gustavo es algo menos que gratuita; porque. ¿Dónde queda entonces olvidado el análisis de la cultura?. ¿Los estudios de campo, no buscan algo más que la riqueza o belleza del discurso...? ¿A parte de la evolución biológica de la especie, no hay todo un cerebro social, en constante crecimiento, que imbrica actuaciones y situaciones diversas?. ¿No es quedarse en el mecanicismos alemán, y todo lo que ello supuso, aseverar de esa guisa?
Poblado Nuer en el corazón del Sudán



Texto "etnográfico" del inquisidor







Heriberto Gutíerrez García.

Desde la Puerta de mi tienda de campaña: Análisis libre de un texto de Renato Rosaldo


Desde la puerta de la tienda de campaña: El investigador de campo y el inquisidor. Renato Rosaldo
Pese a que un antropólogo siempre querrá hacer una trabajo de campo aséptico, fiel a la realidad vivida por los nativos del entorno, rural o urbano, que haya elegido. Aún siendo lo más respetuoso posible con su cultura, ciñéndose a ser un mero observador participante o desde su atalaya y aniquile todos los deseos por “educar” en su cultura etic – supuestamente para los profanos en este mundo más desarrollada que la autóctona -. Pese a todo ello, me temo, siempre quedarán huellas, más o menos profundas de su estancia en el lugar (Cuando, tras el deshielo, Amudssen pudo partir y dejó a los esquimales con los que había convivido, éstos le seguieron en sus kayacs a modo de despedida, gritando palabras que habían aprendido en su lengua). Y debe ser de capital importancia que la labor se realice de manera bien distinta a la de los primeros conquistadores y evangelizadores, no ya por el riesgo a ser, no el invitado de honor a la cena, sino el plato central de la misma, como le ocurrió a Cook, por ejemplo. Lo importante es “CONOCER” las diferentes culturas, sus entresijos y las motivaciones/disputas/conflictos que llevaron a la realidad actual desde la noche de los tiempos. Con la bandera de la convicción de que ninguna de aquéllas debe prevalecer sobre las demás ni creer en la existencia de un “ranking”, a modo de clasificación en le Tour de Francia.
En la presente lectura, Rosaldo analiza algunos errores de bulto que se pueden cometer en etnografía, tanto desde la óptica de la observación participante de Evans-Pritchard con los Nuer del Sudán, como en la investigación historiográfica -narración desde fuera- revestida o “disfrazada” de estudio de campo, que E. Le Roy Ladurie hizo sobre los Montaillon franceses, del siglo XIV, basándose en los relatos sobre confesiones sumariales, recopilados por un inquisidor de la época.
Vencida la inicial reticencia de los “otros” y ya aceptado, el etnógrafo siente el deseo interior de justificar su presencia en el campo o el tiempo en el sofá (Uso la distinción entre antropólogos de campo y de sofá, de los tiempos de la asignatura de Etnología porque creo puede servir), leyendo documentos y fuentes bibliográficas, ante los demás. Es en éstas, quizás, cuando se inviste de un halo de autoridad que le da su docencia en la materia y, si es poco, la pertenencia la primer mundo, padre del “Indirect Rule” o la “Asimilación” (La soledad, no del corredor de fondo, sino del “Antropólogo Inocente”). Esta arma, la autoridad, es a mi juicio de doble filo, puesto que intimida, motiva o seduce a los nativos y dota de impronta al autor del estudio ante los humanos de su mundo. Bueno, también es cierto que pueden cambiarse las tornas y, como a L. Bohannan, que ilustren a la “ilustrada” vestida de coronel Tapioca, sobre las verdades de la vida.
Nuevos conflictos, que mal gestionados lleva a errores, nacen por la necesidad humana de minimizar tiempo y maximizar los recursos escasos. Y así nos amparamos en un “sentido de continuidad” espacio tempo, que lleva a homogeneizarlo todo. Como si, en un silogismo determinista, la Historia solo pudiera haber sido la que fue y los Montalliu del siglo XIV resultasen un eslabón de la cadena herméticamente inalterable que desde une a los antiguos galos con los franceses actuales de manera inyectiva, única y posible. O como si las “transparencias africanas” de Evans sobre los Nuer fuesen esquemas desmontables y adaptables a distintos entornos y cabría hablar de transparencias asiáticas, sudamericanas, etc. Todo un reduccionismo que busca paralelismos exactos donde solo hay maneras similares de afrontar las condiciones de vida locales. Universales donde no los hay o instituciones, como la familia, que se presentan como inalterables y cuando mutan se des-califican como si fueran errores o alteraciones genéticas.
Lecciones aprendidas en la “niñez” antropológica, del que escribe, con relatos como “Porcofilia y porcofobia” de M. Harris, “La profanación secular” de M. Douglas,“La capacidad mental del negro” de V. Beato y R. Villarino, “Problema de la definición y comparación de la conducta entre culturas diferentes” de J. Dragus (Textos etnográficos recogidos en “Temas de Etnología Regional” de N. Fernández Moreno. Ed UNED, Addenda de la asignatura del mismo nombre), sirven para abrir los ojos ante las celadas que la falta de tiempo, motivación, rigor o formación, el trabajo de campo y la investigación etnográfica pueden tender al antropólogo más avispado.
Por fortuna todo cambia, nada permanece inalterado y por ello, igual que Lucy es o no la abuela de la humanidad, según los huesos que se encuentren, de igual forma, digo, un estudio sobre los “chicos del barrio” de Spencer o sobre la exclusión de los afroamericanos de Ogbu, buenos o malos, nunca son eternos. Pero pese a ello, siempre serán válidos como materia prima del conocimiento etnográfico.
Para finalizar, citar unas consideraciones de Clifford Geertz en las que destacaba como elementos claves de la convulsión que las Ciencias Sociales sufrían en la actualidad, por un lado al reconocimiento del “fracaso” del enfoque tradicional, basado en leyes y causas, predicción o control y por el otro al llamado por él, desprovinciamiento intelectual.
En la foto, el antropólogo Evans Pritchard haciendo "trabajo de campo"
 


Heriberto Gutiérrez García.