Iguazú: Patrimonio de la Humanidad

lunes, 23 de enero de 2017

LA BALADA DEL NALÓN


Sirva esta corta alegoría como contrapunto final a la gran peli de John Ford “Qué verde era mi valle”, ya que mientras que en ella y en el libro en que se basa de Richard Llewellyn, seudónimo de Vivian Lloyd, se narra la vida de una pequeña comunidad de un valle al sur de Gales, a través de la familia Morgan aquí, en esta columna, se muestran los actas de defunción de aquel modo de vida que en esta tierra, nadie supo defender o no quiso. Azules, rojos, sepias, morados, verdes o naranjas miraron hacia otro lado y, silbando tangos, permitieron el cese de toda actividad minera en Asturies y con ella, más triste aún, el fin de un modo de vida autóctono que otrora era reprimido, pero a la vez temido y odiado, por la bota del pretoriano. Pérdida de identidad que desde la Antropología es un crimen de lesa humanidad, tan grande y grave como la eliminación de cualquier hábitat humano, porque uno y otro pertenecen al acervo cultural de un pueblo. Jo, si alguno de los guerreros de la Libertad, en plena postguerra, abriera los ojos…! O monta tanto, para mi, la opinión de los veteranos que estuvieron en primera fila en La Güelgona del 62; aquella lucha desigual contra la Dictadura que hizo correr, a la par de garrotazos, ríos de tinta y de tal importancia social que hasta la BBC inglesa dedicó un especial informativo. Por contra, ni color se atisba en la idílica Democracia, del siglo XXI, que algunos embadurnan sin pudor.
El Pozu Sotón, situado en el corazón del Valle Nalón, fue uno de los yacimientos mineros de mayor importancia de la empresa HUNOSA, y por extensión del sector minero Astur y patrio. Pero además se constituyó, junto con otros como Maria Luisa o La Camocha, en referente del movimiento minero, la lucha obrera, la solidaridad y el compromiso. Con su desaparición y secada la fuente se corta el riego, en este caso y entre otras cosas, de solidaridad. Y así es más fácil manejar a la población, porque se eliminan los significados y significantes identitarios y a todo esto suma y sigue el hecho de que quienes, en el pasado reciente, se erigieron en faraones – dioses vivientes del Anto Nalón, como los del Nilo, no fueron más allá de figurones de cartón piedra, a toro pasado comprobado. Sí ya sé que me radicalizo, me lo dicen hasta los militantes de Podemos, y que perderé muchos amigos, también. Pero mejor es eso que olvidar las conexión con mis raíces, las nuestras y las de todos, aunque algunos se hayan olvidado.
Pero centrémonos para no volver a teorizar sobre ciencia política o filosofía barata, que es la pretensión actual, a modo de Sálvame de Luxe. Volvamos al “tayu”. Es el Centro de Representaciones del Pozu Sotón, en el horizonte, como un elemento nuevo de atracción turística, pero permitidme como antropólogo, bisoño eso sí, que considere en mayor valía su importancia. Es mucho más; y pese a la dificultad que supone trabajar sobre la tierra de uno mismo, porque es imposible alejarse para ser objetivo, he de deciros que se me antoja como uno de los últimos reductos que pueden mostrar lo que la vida minera fue con sus bondades y perversidades, en el fondo, lo que caracteriza a este pueblo a orillas del Nalón. La última pantalla, a modo de visor, que trasmitirá las señas locales hacia el futuro. Espejo y crisol de un momento de tiempo, dos siglos nada menos, propio de unos valles que mutaron y volvieron a cambiar, por mor o desamor, de los intereses económicos de un país, España, que solo miro hacia Asturias, sus tierras y paisanos, cuando los necesitaba y el resto del tiempo despreciaba con inusitado despotismo, casi ilustrado. Así y como no hay cuña peor que la del mismo palo se uso a los, supuestamente mejores cerebros de una generación asturiana, exiliados a Madrid, para defenestrar lo que, por otro lado, ya no existe.
Peleemos todos juntos por una suerte de última frontera que debe servir de nexo y referencia para los que vendrán, nacidos aquí y allá. Para que conozcan lo que hicieron nuestros - sus mayores, porque, pese a los que algunos crean, las piedras y sus construcciones tienen vida. La vida rica en experiencias de los que las construyeron y también las que se desarrollaron en aquellos lugares de trabajo. Historias de vida, pasión y muerte de deben ser recordadas como mejor homenaje a quienes las protagonizaron y porque son parte del referente de un pueblo que se niega a desaparecer engullido por las fauces del Sistema.