Iguazú: Patrimonio de la Humanidad

martes, 3 de septiembre de 2013

Tras los que buscan a Jack


Un “vintage” anuncio de colonia, cara y de marca, supongo que hasta buen olor tenía, presentaba una exuberante moza, rubia ella, embutido su cuero en elástico negro, que se bajaba la cremallera del escote, mostrando una espectacular delantera, tras apearse de una moto de igual cilindrada que la rapaza y, mirando a la cámara, buscaba a un tal Jack. El pimpollo, supongo, la debía traer por la calle de la amargura o, en su defecto, le debería pasta; quién sabe. Pero no, aunque la rubia tenía un revolcón, no me interesa ese caza del interfecto “Jack”.
Años antes, en el recetario de monólogos del sin parangón humorista “Gila”, muy superior en agilidad mental, astucia y capacidad que los, algunas veces soeces, y casi siempre sin gracia imitadores suyos de la Paramount. Mucho antes, digo, el genio del teléfono negro, como su humor, camisa roja como sus ideales y la sangre que nos mantiene vivos, narraba como, en su época de detective en “Scotland Yard”, detuvo a Jack, el destripador. En el límite del surrealismo, había localizado la pensión donde se alojaba el presunto descuartizador y, armándose de valor, pidió una habitación, en ella, como huésped. Compartiendo techo y mantel, en vez de arrancarle la confesión pistola en mano, cañón en boca, optó por la psicología inversa. Así cuando se cruzaba con él, en los pasillos, le soltaba perlas del tipo: “Alguien es un asesino...” “Alguien ha asesinado a alguien...” Hasta que, no pudiendo soportar más la presión, el “killer” - n'asturiano, carniceru – se desmoronó una tarde a la hora del te y le dijo: “Lo confieso todo, no puedo seguir oyéndote, he sido yo; detenme...”
Esta segunda manera de dejar con el culo al aire a los sinvergüenzas es más sutil y tiene más clase, el problema es que la naturaleza de los desahogados posmodernos es precisamente esa, que al no tener vergüenza, no sienten rubor, no se escandalizan, ni mucho menos sienten compasión por sus víctimas, que somos todos. Quien bebe de este, supuestamente, exquisito manjar es capaz de estar vendiéndote la moto, la que “ta más quemá que la de un Hippye, no la de la ubérrima rubia del anuncio”, sabiendo que nada más montar se te va a desparramar el motor, caerte las bujías y el tubo de escape. O lo que ye lo mismo, tienen la misma capacidad de empatizar – ponerse en el lugar de los demás - que un psicópata, o sea Jack, nuevamente.
Pues bien, amigo Sancho, que diría Don Quijote, no sé si con el clero pero si con la perfidia hemos topado. Un perfil de esta índole es el que parece triunfa hoy a la hora del día, casi con los pies colgando en la segunda década del tercer milenio de nuestra era. Más allá del JASP, de los ochenta, los yuppis de los noventa o los neoepolíticos autosuficientes de hace cuatro días, porque los nuevos “Jack” son una mezcla de todos ellos, con lo peor que atesoraban cada uno, colonia y ropa de marca pirata, rudos, torpes, cornúpetos y más viles que el garrote. Se les permite tirar, porque libran, o se les deja hacerlo puesto que son hijos de...alguien que mandaba mucho en la trastienda de tiempos pretéritos, tienen conocidos influyentes o son “foyamigos” del absurdo. Y así, mientras que nuestras madres van a la eucaristía del “Sálvame”, oficiada por el mesías Jorge Javier, al recreo de “Hombres mujeres y viceversa” y nuestros padres se deleitan con el “Gato al agua” para relamerse luego con “Punto pelota”, los que mandan se ponen el mundo por montera y siguen dando más vueltas de tuerca a la rueca del suplicio, a gusto de la Santísima Inquisición. Sagradas formas que tenemos que tragar mientras nos ungimos con óleos pútridos y bazofias malolientes.
Más acá, tierra adentro, no hay bálsamo de Fierabrás que cure nuestros males. Y los que saben, de todo, solo recetan amputaciones, reales y virtuales. Otrora los ajustes del mercado para crear empleo, acullá la prima de riesgo que penaliza el parco crecimiento y los gobiernos malos, hoy los recortes en sueldos y más sablazos al bolsillo con nuevos impuestos dislocados, mañana, quién sabe, pero pintan bastos. Y si no, abrid bien las orejotas amigos de la nostalgia y la tristeza. Las pensiones, intocables anteayer, son en el nuevo curso político pasto de ejercicios de reinvención y se planea “retocarlas” en función de la esperanza de vida y disociarlas de los datos del IPC. Así cuánto más se viva, independientemente de la subida de la inflación, menos quedará para lentejas a los españolitos que tengan la suerte de sobrevivir a la etapa laboral. No nos olvidemos que hace cuatro lunas, más o menos, un ministro japones propuso, como medida para ser buen patriota, morirse pronto cuando uno se jubila y lo dijo sin cortarse y con un buen par, de güevos, que no narices. No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy o como James Deam sentenció – y cumplió a lomos de su Porshe Spyder– “Vive rápido, muere joven y haz un bonito cadáver”...Si, amigo Deam, si; que ya nos enterrará en Estado, pero a cuenta nuestra claro.



Heri Gutiérrez Garcia.