Un
“vintage” anuncio de colonia, cara y de marca, supongo que hasta
buen olor tenía, presentaba una exuberante moza, rubia ella,
embutido su cuero en elástico negro, que se bajaba la cremallera del
escote, mostrando una espectacular delantera, tras apearse de una
moto de igual cilindrada que la rapaza y, mirando a la cámara,
buscaba a un tal Jack. El pimpollo, supongo, la debía traer por la calle
de la amargura o, en su defecto, le debería pasta; quién
sabe. Pero no, aunque la rubia tenía un revolcón, no me interesa
ese caza del interfecto “Jack”.
Años
antes, en el recetario de monólogos del sin parangón humorista
“Gila”, muy superior en agilidad mental, astucia y capacidad que
los, algunas veces soeces, y casi siempre sin gracia imitadores suyos
de la Paramount. Mucho antes, digo, el genio del teléfono negro,
como su humor, camisa roja como sus ideales y la sangre que nos
mantiene vivos, narraba como, en su época de detective en “Scotland
Yard”, detuvo a Jack, el destripador. En el límite del
surrealismo, había localizado la pensión donde se alojaba el
presunto descuartizador y, armándose de valor, pidió una habitación, en
ella, como huésped. Compartiendo techo y mantel, en vez de
arrancarle la confesión pistola en mano, cañón en boca, optó por
la psicología inversa. Así cuando se cruzaba con él, en los
pasillos, le soltaba perlas del tipo: “Alguien es un asesino...”
“Alguien ha asesinado a alguien...” Hasta que, no pudiendo
soportar más la presión, el “killer” - n'asturiano, carniceru –
se desmoronó una tarde a la hora del te y le dijo: “Lo confieso
todo, no puedo seguir oyéndote, he sido yo; detenme...”
Esta
segunda manera de dejar con el culo al aire a los sinvergüenzas es
más sutil y tiene más clase, el problema es que la naturaleza de
los desahogados posmodernos es precisamente esa, que al no tener
vergüenza, no sienten rubor, no se escandalizan, ni mucho menos
sienten compasión por sus víctimas, que somos todos. Quien bebe de
este, supuestamente, exquisito manjar es capaz de estar vendiéndote
la moto, la que “ta más quemá que la de un Hippye, no la de la
ubérrima rubia del anuncio”, sabiendo que nada más montar se te
va a desparramar el motor, caerte las bujías y el tubo de escape. O
lo que ye lo mismo, tienen la misma capacidad de empatizar –
ponerse en el lugar de los demás - que un psicópata, o sea Jack,
nuevamente.
Pues
bien, amigo Sancho, que diría Don Quijote, no sé si con el clero
pero si con la perfidia hemos topado. Un perfil de esta índole es el
que parece triunfa hoy a la hora del día, casi con los pies colgando
en la segunda década del tercer milenio de nuestra era. Más allá
del JASP, de los ochenta, los yuppis de los noventa o los
neoepolíticos autosuficientes de hace cuatro días, porque los
nuevos “Jack” son una mezcla de todos ellos, con lo peor que
atesoraban cada uno, colonia y ropa de marca pirata, rudos, torpes,
cornúpetos y más viles que el garrote. Se les permite tirar, porque
libran, o se les deja hacerlo puesto que son hijos de...alguien que
mandaba mucho en la trastienda de tiempos pretéritos, tienen
conocidos influyentes o son “foyamigos” del absurdo. Y así,
mientras que nuestras madres van a la eucaristía del “Sálvame”,
oficiada por el mesías Jorge Javier, al recreo de “Hombres mujeres
y viceversa” y nuestros padres se deleitan con el “Gato al agua”
para relamerse luego con “Punto pelota”, los que mandan se ponen
el mundo por montera y siguen dando más vueltas de tuerca a la rueca
del suplicio, a gusto de la Santísima Inquisición. Sagradas formas
que tenemos que tragar mientras nos ungimos con óleos pútridos y
bazofias malolientes.
Más
acá, tierra adentro, no hay bálsamo de Fierabrás que cure nuestros
males. Y los que saben, de todo, solo recetan amputaciones, reales y
virtuales. Otrora los ajustes del mercado para crear empleo, acullá
la prima de riesgo que penaliza el parco crecimiento y los gobiernos
malos, hoy los recortes en sueldos y más sablazos al bolsillo con
nuevos impuestos dislocados, mañana, quién sabe, pero pintan
bastos. Y si no, abrid bien las orejotas amigos de la nostalgia y la
tristeza. Las pensiones, intocables anteayer, son en el nuevo curso
político pasto de ejercicios de reinvención y se planea
“retocarlas” en función de la esperanza de vida y disociarlas de
los datos del IPC. Así cuánto más se viva, independientemente de
la subida de la inflación, menos quedará para lentejas a los
españolitos que tengan la suerte de sobrevivir a la etapa laboral.
No nos olvidemos que hace cuatro lunas, más o menos, un ministro
japones propuso, como medida para ser buen patriota, morirse pronto
cuando uno se jubila y lo dijo sin cortarse y con un buen par, de
güevos, que no narices. No dejes para mañana lo que puedas hacer
hoy o como James Deam sentenció – y cumplió a lomos de su Porshe
Spyder– “Vive rápido, muere joven y haz un bonito cadáver”...Si,
amigo Deam, si; que ya nos enterrará en Estado, pero a cuenta
nuestra claro.
Heri
Gutiérrez Garcia.