Una trifulca sin par y batalla desigual contra el feroz y voraz Sistema Neocon que nos ahoga

Iguazú: Patrimonio de la Humanidad
lunes, 31 de julio de 2017
viernes, 21 de julio de 2017
LA OCUPACIÓN DE LOS ESPACIOS PÚBLICOS VERSUS LA MEMORIA Y LOS DERECHOS DE LOS ASESINADOS
El paseo-espacio verde que se encuentra en al final del parque de La
Laguna de El Entrego ha desatado una nueva controversia, más allá
de su uso como lugar propicio del botellón, como solaz de cánidos
varios o nido de amor furtivo de parejas y amantes ocasionales.
Ultramar, como diría Séneca, porque se relaciona con la ocupación
de espacios culturales y simbólicos, arena de representación
etnográfica de un pueblo y propias del mismo. Y nada que ver tampoco
con que el Brexit obligue a cambiar “El Paseo Inglés”, nombre
con el que alguien lo articuló.
Recientemente el PP de San Martín de Rey Aurelio, como parte de la
estrategia nacional de rebautizar los espacios públicos y colectivos
con nombres que permiten el reconocimiento de aspectos de la Historia
española como si ésta existiera desde el periodo Democrático y
solo parcialmente, ha propuesto apellidarle “De las víctimas del
terrorismo”. Evidentemente, no soy de los que niegan que ETA fue un
grupo terrorista y criminal que asesinó a ciudadanos y políticos
adscritos a todo el arco ideológico, militares, guardias civiles,
profesores, abogados o intelectuales que no comulgaban con sus
hostias, como macabra estrategia de terror. Negar esto, sería una
insensatez. Pero también lo es, y aquí entramos en “fariña”,
correr un tupido velo tras el que se oculten los hechos ocurridos en
el periodo franquista o, lo que es lo mismo, dedicar “cero euros”
a la partida correspondiente a la Memoria Histórica en los últimos
ejercicios - en palabras del propio Sr. Rajoy-, de los Presupuestos
Generales del Estado.
No voy a perder tiempo intentado explicar, a quien no quiera
entenderlo, la diferencia que existe entre un levantamiento o
rebelión popular, como el de Octubre del 34, con un golpe de estado
militar, como el del 36, perpetrado éste por profesionales del
ejército contra el Gobierno que juraron defender. Pero sí querría
refrescar la memoria de algunos y decir que hubo militares que
obedeciendo a su Gobierno reprimieron la primera y luego murieron,
con honor, defendiendo la legítima República contra aquel golpe de
mano. Y quien no lo crea así que revise los libros de Historia.
Claro queda, que tampoco apruebo los crímenes que ambos bandos
cometieron contra sus hermanos, del otro, durante la contienda. Todos
ellos son igual de execrables. Y como el oficio de antropólogo exige
contar lo que ocurre y por ello lo que el ser humano crea, recrea,
construye y reconstruye, a esa labor he de ceñirme.
Con estas premisas, todos nos damos cuenta que entre el final de la
Guerra Civil y la muerte del dictador hay un periodo de “desmemoria”
colectiva que nos caracteriza, para mal, como país amnésico e
injusto. Incluso los que sufrieron en sus carnes hechos luctuosos más
recientes han sabido empezar a rectificar. Balcanes, Chile,
Argentina...Por cierto, Venezuela aún no. Por eso pese a que algunos
quieren arrancar una página de los libros de Historia,
correspondiente al S. XX, no debemos hacerlo porque sería abandonar
en el olvido a muchos españoles, compatriotas nuestros. Según
historiadores neutrales, como Hugh Thomas y Anthony Beevor, pueden
cifrarse entre 350.000 o 400.000 los represaliados por el régimen,
enterrados en más de 800 fosas comunes en España. Casi 200.000
fusilados, dándose el macabro efecto modal de acaecer varios
centenares al día durante 1940. La desmemoria sirve para olvidar que
quienes murieron “por Dios y por España” recibieron digna
sepultura y reconocimiento. En cambio, los apilados en las fosas del
olvido yacen en una canibalización eterna que trasciende más allá
de su asesinato y usurpa su existencia como persona, su memoria
individual y el derecho a pertenecer a la colectiva y, como no, todos
sus derechos civiles. Porque ser enterrado en un “no lugar” hace
que nadie pueda acudir a recordarte, llorarte, rezarte u odiarte.
No hay mayor injuria contra un pueblo que eliminar su existencia, incluso devorándolo; algo que nuestra especie lleva haciendo desde el Neolítico, o antes. Solo la Cultura y su conocimiento ha borrado la
antropofagia física de nuestras costumbres. Pero, en cambio, otras
no tan evidentes aún se estilan en el S.XXI; porque ¿cómo hemos de
calificar los crímenes de lesa humanidad, las violaciones de
derechos humanos, tráficos varios o las condenas al ostracismo
contra colectivos y grupos étnicos distintos al nuestro?. ¿Puede
haber algo más triste que saber que un antepasado tuyo se encuentra
arrebatado bajo cientos de kilos de tierra al borde de una cuneta, en
el fondo de un pozo o a las puertas de un campo santo...? ¿No tienen
derecho esos familiares a enterrar “como Dios manda” - crean o no
en Él- a su desaparecido.?
La Antroplogía estudia las Culturas, desde el relativismo que implica
que ninguna de ellas es más importante que otra so pena de caer en
deslizamientos culturales que, a través del principio mecanicista
se excluya del régimen trascendental a algunos colectivos. Por eso,
en España, dónde todo el mundo tienen derecho a ser enterrado
dignamente, sin ser apartado de sus derechos civiles o memoria, aún
tenemos compatriotas en cenagales simbólicos de los que deben ser
recatados. Y así, más importante que tener campo, paseo,
plaza...”de las víctimas del terrorismo” hora es que se recupere
y restituya el honor a quienes se les fue arrebatado. Y concluyo, si
hay qeu cambiarle el nombre ¿Por qué no ponerle Paseo de la Memoria
Histórica?.
jueves, 20 de julio de 2017
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