Iguazú: Patrimonio de la Humanidad

viernes, 21 de julio de 2017

LA OCUPACIÓN DE LOS ESPACIOS PÚBLICOS VERSUS LA MEMORIA Y LOS DERECHOS DE LOS ASESINADOS


El paseo-espacio verde que se encuentra en al final del parque de La Laguna de El Entrego ha desatado una nueva controversia, más allá de su uso como lugar propicio del botellón, como solaz de cánidos varios o nido de amor furtivo de parejas y amantes ocasionales. Ultramar, como diría Séneca, porque se relaciona con la ocupación de espacios culturales y simbólicos, arena de representación etnográfica de un pueblo y propias del mismo. Y nada que ver tampoco con que el Brexit obligue a cambiar “El Paseo Inglés”, nombre con el que alguien lo articuló.
Recientemente el PP de San Martín de Rey Aurelio, como parte de la estrategia nacional de rebautizar los espacios públicos y colectivos con nombres que permiten el reconocimiento de aspectos de la Historia española como si ésta existiera desde el periodo Democrático y solo parcialmente, ha propuesto apellidarle “De las víctimas del terrorismo”. Evidentemente, no soy de los que niegan que ETA fue un grupo terrorista y criminal que asesinó a ciudadanos y políticos adscritos a todo el arco ideológico, militares, guardias civiles, profesores, abogados o intelectuales que no comulgaban con sus hostias, como macabra estrategia de terror. Negar esto, sería una insensatez. Pero también lo es, y aquí entramos en “fariña”, correr un tupido velo tras el que se oculten los hechos ocurridos en el periodo franquista o, lo que es lo mismo, dedicar “cero euros” a la partida correspondiente a la Memoria Histórica en los últimos ejercicios - en palabras del propio Sr. Rajoy-, de los Presupuestos Generales del Estado.
No voy a perder tiempo intentado explicar, a quien no quiera entenderlo, la diferencia que existe entre un levantamiento o rebelión popular, como el de Octubre del 34, con un golpe de estado militar, como el del 36, perpetrado éste por profesionales del ejército contra el Gobierno que juraron defender. Pero sí querría refrescar la memoria de algunos y decir que hubo militares que obedeciendo a su Gobierno reprimieron la primera y luego murieron, con honor, defendiendo la legítima República contra aquel golpe de mano. Y quien no lo crea así que revise los libros de Historia. Claro queda, que tampoco apruebo los crímenes que ambos bandos cometieron contra sus hermanos, del otro, durante la contienda. Todos ellos son igual de execrables. Y como el oficio de antropólogo exige contar lo que ocurre y por ello lo que el ser humano crea, recrea, construye y reconstruye, a esa labor he de ceñirme.
Con estas premisas, todos nos damos cuenta que entre el final de la Guerra Civil y la muerte del dictador hay un periodo de “desmemoria” colectiva que nos caracteriza, para mal, como país amnésico e injusto. Incluso los que sufrieron en sus carnes hechos luctuosos más recientes han sabido empezar a rectificar. Balcanes, Chile, Argentina...Por cierto, Venezuela aún no. Por eso pese a que algunos quieren arrancar una página de los libros de Historia, correspondiente al S. XX, no debemos hacerlo porque sería abandonar en el olvido a muchos españoles, compatriotas nuestros. Según historiadores neutrales, como Hugh Thomas y Anthony Beevor, pueden cifrarse entre 350.000 o 400.000 los represaliados por el régimen, enterrados en más de 800 fosas comunes en España. Casi 200.000 fusilados, dándose el macabro efecto modal de acaecer varios centenares al día durante 1940. La desmemoria sirve para olvidar que quienes murieron “por Dios y por España” recibieron digna sepultura y reconocimiento. En cambio, los apilados en las fosas del olvido yacen en una canibalización eterna que trasciende más allá de su asesinato y usurpa su existencia como persona, su memoria individual y el derecho a pertenecer a la colectiva y, como no, todos sus derechos civiles. Porque ser enterrado en un “no lugar” hace que nadie pueda acudir a recordarte, llorarte, rezarte u odiarte.
No hay mayor injuria contra un pueblo que eliminar su existencia, incluso devorándolo; algo que nuestra especie lleva haciendo desde el Neolítico, o antes. Solo la Cultura y su conocimiento ha borrado la antropofagia física de nuestras costumbres. Pero, en cambio, otras no tan evidentes aún se estilan en el S.XXI; porque ¿cómo hemos de calificar los crímenes de lesa humanidad, las violaciones de derechos humanos, tráficos varios o las condenas al ostracismo contra colectivos y grupos étnicos distintos al nuestro?. ¿Puede haber algo más triste que saber que un antepasado tuyo se encuentra arrebatado bajo cientos de kilos de tierra al borde de una cuneta, en el fondo de un pozo o a las puertas de un campo santo...? ¿No tienen derecho esos familiares a enterrar “como Dios manda” - crean o no en Él- a su desaparecido.?
La Antroplogía estudia las Culturas, desde el relativismo que implica que ninguna de ellas es más importante que otra so pena de caer en deslizamientos culturales que, a través del principio mecanicista se excluya del régimen trascendental a algunos colectivos. Por eso, en España, dónde todo el mundo tienen derecho a ser enterrado dignamente, sin ser apartado de sus derechos civiles o memoria, aún tenemos compatriotas en cenagales simbólicos de los que deben ser recatados. Y así, más importante que tener campo, paseo, plaza...”de las víctimas del terrorismo” hora es que se recupere y restituya el honor a quienes se les fue arrebatado. Y concluyo, si hay qeu cambiarle el nombre ¿Por qué no ponerle Paseo de la Memoria Histórica?.