Una trifulca sin par y batalla desigual contra el feroz y voraz Sistema Neocon que nos ahoga

Iguazú: Patrimonio de la Humanidad
martes, 14 de julio de 2015
DATOS PALMARIOS QUE ASESINAN AL CIUDADANO
Independientemente del color del partido político que gobierne un país, lo único que se debe exigir a esos, nuestros representantes, es la honradez y a partir de ella, la cordura en el día a día. Por un lado, no es digno y sí ciertamente reprobable que metan la mano en la caja pública, en cualquier nivel del Estado, que comercien y mercadeen con trato de favor hacia sus amigos o personas de buen vivir de quienes puedan sacar pingües beneficios o que medren en cualquier rincón patrio por lucir la escarapela de la insignia nacional. Decía el filósofo griego que no quería diez sabios para lograr otros tantos jueces, sino que le presentaran hombres buenos para tal actividad. De quién es honesto se puede esperar justicia quien, en cambio, es un pirata filibustero por muchos Másteres que tenga e idiomas que hable solo se puede esperar patrañas, embustes, complicaciones, mentiras y, como en la peli, cintas de vídeo.
Pero no, no pienso comenzar a dar nombres no filiaciones de corruptos, presuntos o probados, que todos conocemos y padecemos. Pretendo meter el dedo en el ojo a todos aquellos que prometen hasta que meten y una vez metido, el voto o el glande, no recuerdan lo prometido. Antes de que alguno de los lectores de estos renglones me descalifique de rojo recalcitrante porque puedan creer que solo disparo sobre la diana azul de la gaviota, piensen un poco y reconozcan ¡ Ah joder, si es cierto son todos los que hay, o casi...! Y lo triste, amigos del dolor y hermanos en la miseria, es que tras la cotidiana goleada, volvemos a salir al campo a pecho descubierto sin estrategias defensivas, porque también es cierto nos las han robado, y nos vuelven a partir la cara. Una, mil veces y vuelta a empezar, como Sísifo en su eterno recomienzo, encadenado y arrastrando una piedra en el inframundo por haber querido engañar a los dioses. Algo que para los clásicos era un pecado capital y que los modernos “dioses” de las Cámaras europeas han adoptado, como propio, para su esplendor. Así todos nos sentimos desprotegidos, huérfanos en un mundo en catarsis, más que en continuo cambio, dónde se plantea en lontananza la necesidad de una trasgresión de paradigma, uno más profundo que el que significó la máquina de vapor o la revolución digital, incluso cualitativamente mayor que la doma de plantas y animales del Neolítico, el dominio del fuego o la invención de la rueda. Porque se refiere a la esperanza de un futuro mejor, alejado de la cultura basura que algunos proponen para dejarnos aborregados, e imbricado con la ineludible necesidad de dar capacidades a los ciudadanos para que elijan, y elijamos, en libertad. Solo así, cuando nos enfrentemos a las patrañas seremos capaces de reconocerlas y no volver a meter la pata hasta el fondo. La ciudadanía al poder de manera consciente y juiciosa desde las urnas, sin que nadie haga capa de la necesidad y sayo a partir del sufrimiento.
Alguien ha pensado hoy ¿por qué la comparsa europea está tan revuelta?. Seguro que las respuestas serían como los puñetazos e igual de difíciles de digerir. Fijaros; para los recién llegados, los de siempre son una “casta” tan inactiva como el clero y la nobleza de los Fisiócratas; y para los veteranos de larga estirpe en la política, quienes de casta los califican son una suerte de masa heterogénea compuesta por “perroflautas” antisistema, rancios huidos de la perpetua escena política y oportunistas varios de la necesidad y el desazón popular. Y mientras tanto, en la lucha de descalificaciones, la población padece la situación de descrédito, la sociedad se polariza y los más se van al fondo mientras que unos pocos son cada vez más opulentos. Colmo de desvergüenza, significan las justificaciones de los mandatarios sobre la bonanza de los datos económicos, auspiciados por la gran política económica europea aunque, como recetan, sea muy pronto para que la población note sus efectos. Eso y la “herencia recibida” por todos los presentes de sus antecesores en la poltrona son grandes falacias que solo enmascaran la falta capacidad, de principios éticos y sociales y en algunos casos honradez de encorbatados dioses de las Instituciones Europeas.
Y en el meollo y corazón de la hoguera de vanidades nadie afín a la Troika y sus organismos ejecutores y ejecutivos es capaz de reconocer lo apurado del momento, porque en un entorno en el que todos deben a todos, sobre el que se sabe que nadie podría pagar su deuda y en un mundo en el que el Sistema Financiero se soporta sobre un 5% de dinero real, el euro se tambalea como una pluma en el aire o se desliza como un patinador descalzo sobre una cuchilla. Sin solución de continuidad.
EFECTO “HANCOCK”: Los límites de la negociación.
Pero
no voy a hablar de cine, quizás merecería la pena, pretendo
reflexionar sobre el fin de la contienda de Grecia contra el resto de
la U.E., incluidos los países que por datos, siempre los manidos
datos, jugamos en la misma categoría de regional preferente. No nos
engañemos, no estamos para muchos alardes, pese a lo que algunos
digan. Pues bien, después de mucho prometer y marear la perdiz, con
un corralito por medio, a la coalición Syriza de Alexis Tsipras no
le ha quedado otra que dar el brazo a torcer y transgredir todas las
líneas rojas que había jurado no cruzar. Porque seamos honestos,
no queda otra, desgraciadamente. Cuándo una Institución marca unas
normas tenemos dos opciones; la primera es ser coherentes y no entrar
si desconocemos las reglas de juego, las cartas de la baraja y mucho
menos si no habemos “poderes” para sentarnos a la mesa. Si
pensamos que cubrimos de largo todas las premisas y aceptamos, es
innegociable cambiar las normas a mitad de partida o eludir el deber
de pagar a quien nos deja el dinero.
Llegados
a este intríngulis debemos plantearnos, ya abiertamente, la
siguiente cuestión. ¿Qué podemos hacer y qué nos queda fuera de
alcance?. Independientemente que seáis o no votantes de la marca, he
de decir que sí se pueden hacer cosas dentro de la que llamaríamos
“liga doméstica”; por ejemplo, a bote pronto, crear
instituciones e instrumentos para agilizar y dotar de transparencia a
la Democracia, legislar para evitar la corrupción, prevaricación o
el cohecho de los dirigentes políticos o sancionar los casos es que
ocurra manifiestamente. La necesidad ineludible de frenar el déficit
público que origina los desmanes en la Deuda soberana, para no tener
que negarse a devolverla por asfixia. Y ¿Cómo se hace?. Pues muy
sencillo, ajustando el presupuesto. Hala, diréis “ya llegó otru
iluminau, tocau del ala a metenos la tixera y apretanos el cintu...”
No, no voy por ahí; ya lo sabéis. Los Presupuestos Generales de
cualquier estado o administración pública constituyen, en esencia,
un instrumento contable, a modo de balanza, que presenta en uno de
los platos los ingresos y en el otro los gastos; y como tal debe
tender a equilibrarse, en la medida de lo posible.
Recetas
para ello, son tantas y variadas como las de adelgazar, pero como los
galenos nos recuerdan, no existen las dietas milagro, ni siquiera la
del cucurucho. De igual forma, no sirven las “virguerías” ni los
juegos de salón de crupieres más o menos avezados en el arte de
engañar al prójimo. Solo se puede equilibrar un presupuesto, evitar
que se dispare, explote y lleve al déficit galopante a partir de una
política fiscal progresiva en la que pague más quién más posea.
No es lógico que una PYME o un autónomo coticen con cuotas
superiores al 20% de sus ingresos y que las grandes empresas, que
deberían contribuir con un 35% como impuesto de beneficios se vean,
valga la redundancia, beneficiadas por exenciones diversas y tributen
en torno al 10%. Pero claro en este brazo de la “Romana” solo se
“tocan” - se elevan una y otra vez – casi perversamente los
impuestos indirectos, es decir, los que gravan el consumo. Y como
todos tenemos la mala costumbre de comer y beber para vivir...
Así, como se reduce la renta disponible de las familias, se retrae el
consumo, la demanda agregada y la economía del país entra en
recesión, sin que se haya logrado un sustancial incremento en los
ingresos del Estado. Es más resulta pírrico, a todas luces.
¿Y
los gastos...? Ay los gastos, como la canción. Existen varios
grupos, desde el punto de vista macroeconómico. Los corrientes
que incluyen los salarios de funcionarios y compra de bienes, los de
capital
para mantener o mejorar la capacidad productiva del país y
finalmente los de transferencia
que son los realizados por el sector público sin obtener nada a
cambio: seguridad social, pensiones y sanidad. Y claro, los excesos
en el primer grupo se pagan en las carencias en I+D+i y los recortes
en la triada sanidad, educación, cobertura social. Grecia tenía más
de un 70 % de empleo público que disloca sus gastos corrientes, pero
ojo que España carga con una superestructura de estado en cuatro
niveles, incluso cinco en algunos casos, con mucho personal a cobrar,
algo difícilmente digerible.
Y
como de datos va, habría mucho que discutir con quién nos dice que
vamos muy bien, cojonudamente, por que según EUROSTAT o el Banco
Mundial, la economía española creció un 0,9 % en el primer
trimestre, dos décimas más que en el trimestre precedente, mientras
que el aumento con respecto a los tres primeros meses de 2014 fue del
2,6 %. Y que frente a ese año el de la zona del euro aumentó un 1%
y en la UE un 1,4 %. Todos ellos son datos reales, pero no podemos
obviar que ese porcentaje se tabula sobre el PIB de cada país, así
Alemania 3.356.577 en 2014 que correspondía a casi el 20% de la U.E.
y España 1.441.181 que es solo el 8,5%. Lo que deja en evidencia los
porcentajes de crecimiento de países emergentes o en riesgo de
exclusión, como el nuestro.
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