Un país con unos datos de de mujeres asesinadas por violencia de
género – 45 a mediados de noviembre, momento de escribir esta
columna - , como España, no puede llamarse desarrollado, ni mucho
menos “ir bien” como postulan, cada tres por cuatro, nuestros
políticos. No amig@s,
no; mucho más allá de los “Gurtel”, “Marea”, “Eres”…
banderitas rojigualdas o esteladas, camisetas de la selección con
efectos ópticos, para algunos perversos y homenajes desmedidos a
humoristas que en su máximo esplendor eran del montón, encumbrados
por los cánones actuales como grandes filósofos y teóricos del
pensamiento posmoderno... Muchas millas ultramar, me barrunto, se
encuentra el espolio que sufren los seres humanos por la nefasta
acción y negación de ayuda de quienes deberían poner coto a este
desmán contra sus semejantes.
El poder, siempre el poder, y su cruel expresión como dominio de
los otros es algo que pone excesivamente cachondos a muchos, casi me
atrevería a decir que los lleva al paroxismo de la enervación
sádica. Uno no es más fuerte por lo que tiene, sino por la
diferencia respecto al otro, o lo que es lo mismo, por que puede
mearle en la boca sin que aquél, usado como escusado, se revuelva y
explote. Y si te jactas de ello en cahts o grupos de wasp, mucho
mejor, que para eso tienes un móvil de última generación.
Así, insultar a Carmena, la alcaldesa de Madrid, amenazar de muerte
a tu compañero “rojo”, adorar y rendir pleitesía a la bestias
fascistas, proponer métodos de exterminio y planear actos
terroristas contra medios de comunicación, son fundamentos de
cerebros yermos de neuronas habitantes de las mismas ciénagas y
cloacas que aquellos que impunemente violan a una joven,
supuestamente hasta arriba de escopolamina, para que pierda su
voluntad y no se defienda y graban sus hazañas para deleite de
individuos de la misma calaña.
Pero además, al sociedad actual parece estar tan borracha de
burundanga como las víctimas de una agresión sexual bajo su efecto.
Más todavía, enferma. No reacciona ante los chorros de horror, la
barbarie y la violación de los derechos humanos que aparecen día sí
y día también en los medios. Si te agreden, roban,violentan...
debes casi justificar tu inocencia porque, en el fondo, formas parte
de la misma jungla de odio que dio cuna y amamantó a los machos de
la manada que te agraviaron impunemente en un anónimo portal, oscuro
rincón, y subieron a la red – hay que ser absurdos – su triunfo
contra tu libertad ya vencida, copas y horas antes, por el efecto del
narcótico.
“Que no cerraste las piernas con la debida fuerza...” “Ibas
provocando por llevar escote, falda corta o pantalones ajustados...”
“No te dolió la afrenta porque seguiste haciendo una vida
normal...” “Es que, hija, lo ibas buscando...” Éstas y otras
peores, que no deberían ni siquiera pensarse por execrables, son
frases de marcado tinte machista, discriminatorio y vejatorio contra
la mujer que se esgrimen en los tribunales en defensa de los que no
se la merecen.
Y lo más triste de todo es la normalización que se ha obrado en
nuestra cultura, el morbo de las imágenes, de los desquiciados datos
sobre el feminicidio anual, de la creciente proliferación de grupos
neonazis que actúan en la impunidad de un sistema que pretende
esconder bajo la alfombra la basura acumulada durante años de
dejadez institucional. Y eso, de alguna manera, amig@s,
lo terminaremos pagando.
Herti Gutiérrez García
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