Octubre es un mes que, para Asturias, supone un periodo de recuerdo y reflexión que, como sociedad civilizada, debería servirnos para prosperar. Fueron muchos acontecimientos los que aúpan a “ochobre” como periodo de litúrgica meditación, más allá de la celebración. Vamos pues.
En 1934, no llegando a ser de la magnitud del Octubre Rojo Bolchevique, Asturias se levantó contra el bienio, calificado como “el negro”, de la Segunda República, presidido por Aurelio Lerroux. La rebelión fue aplastada de forma sangrienta por el ejército y sobretodo por las tropas africanas. Las mismas que, en otro octubre, el del 1937, tras el golpe de estado militar franquista del 1936, con el apoyo de la Legión Cóndor alemana y las CTV de voluntarios italiana, arrasaron a las tropas leales del Frente Norte. Fijaros que, en el breve transcurso de dos años, se significan otros tantos “ochobres”.
El 23 de octubre de 1948, la bonitera "Quater", salía de Luanco rumbo a San Juan de Luz, en Francia, con la bodega repleta con la tristeza y el desánimo de veintiocho hombres y una mujer, todos “fugaos” que, tras once años de lucha infructuosa, por los montes asturianos, contra la dictadura, el olvido y el silencio cobarde de Naciones Unidas, debieron exiliarse. Otros camaradas de armas y de conciencia se expatriaron, años antes, acabando, los más desafortunados, con sus huesos en los campos de exterminio nazi.
Un salto en el tiempo nos lleva a otro octubre simbólico, el de 1974, un año antes de los estertores del dictador, muerto sin judicializar por sus delitos de lesa humanidad, en la cama. En la comuna francesa de Suresnes, el PSOE celebró el último congreso del exilio, que sería el primero de su deriva hacia el neoliberalismo. En él se marcó la ruta para romper con el marxismo de forma definitiva, algo que se certificó en el congreso extraordinario de 1979, que bajo el lema “Forjando el socialismo” supuso, desde la óptica actual, el olvido de los hombres y mujeres que lucharon, por la Libertad y Democracia, contra el fascismo.
Cincuenta años después de Suresntes, al socialismo patrio le sobran poses y brindis al sol y carece de la memoria suficiente para con los que dieron su vida por la defensa de los Derechos Humanos. Una partido que, tras la fallida Ley de Amnistía, trastornada en Ley de punto y final para olvidar los delitos del franquismo, perdió la esencia de obrero, socialista y queda como recalcitrante mesnada servil a figuras nacionales de cartón piedra que se sustentan cual oligarcas.
Para terminar, pensemos que ocurriría si los socialistas históricos, de verdad, levantaran la cabeza y comprobaran en qué quedaron los principios de solidaridad obrera, democracia y libertad para los pueblos y como los tecnócratas y expertos programadores de pactos para equilibrios imposibles han ocupado los cargos de la Institución.
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