Y así
lo confesó, nuestro Sr. Presidente, en Las Cortes. Pero no voy a ser
oportunista, no mucho, al menos, aunque si quiero pecar de
reivindicativo en esta columna. Me importa un bledo que su señoría
sea amigo o no, se vaya de copas o al cine, con el Sr. Bárcenas,
porque cada uno elige a sus colegas, coyacios de acampada. Tampoco me
preocupa discernir como cobró cada cuál en un partido, el que sea,
porque en este caso deberán ser los auditores del Estado quienes
certifiquen la legalidad o no de tales prácticas. Y menos aún me
preocupan en la actualidad, porque no soy rencoroso, Sr. Rajoy, sus
desafortunadas explicaciones respecto a los “hilillos de
plastilina” que brotaban del Prestige hundido más allá de las
Torres de hércules. Allá cada cuál con su conciencia limpia o
sucia de chapapote, galipote n'Asturies. Y para que nadie crea que
soy un “abandonao”, como el que no engrasaba los ejes en la
canción de Atahualpa Yupanqui, le voy a susurrar unas cuantas
cuestiones en que también se equivoca, a mi juicio, por empecinarse
en seguir la huella, no sé de que marca de casa ajena, en el largo
camino.
Queridos
amigos que pasáis la mañana, con una caña en la mano y esta bitácora o
periódico en la otra, quiero contaros algo. Dicen, comentan y
supuran dos economistas mucho más capaces que yo, como son Emilio
Ontiveros o el también asturiano Ángel de la Fuente, que las cosas
se están haciendo mal y todo ello ante los oídos sordos de quienes
nos dirigen. Sus datos y explicaciones, que a veces se escapan
incluso a tipos bragados metidos en harina, como ellos, ponen los
pelos de punta. Para no abrumaros en exceso y aprovechando la
comparecencia de nuestro Sr. presidente, me atrevería a preguntar,
lanzar al espacio una serie de clamores, de orate, aunque sea
igualmente ninguneado.
Me
gustaría que alguien explicara por qué cuando vives en la oposición
– sea el partido que monte - unos datos son coyunturales, es decir
de temporada, sin ninguna base científica que ratifique el cambio de
ciclo y en cambio tornan, desde la posición de gobierno, en signos
de recuperación y bonanza económica sin límites. De la misma
forma, nadie explica a “Juan español” cómo se come el plato de
moda actual que contiene una ensalada indigesta que presenta a las
exportaciones en franco crecimiento, salteada con un PIB -
macromagnitud utilizada para definir los índices de crecimiento de
una nación – paupérrimo y sin visos de recuperación real. La
explicación, muy sencilla de identificar, pero callada cobardemente,
es la siguiente. Y que la rebata quién se atreva. Veamos pues, el
Producto Interior Bruto (PIB) es, sin muchas vueltas y simplificando
para que lo entendamos todos, la suma anual del consumo de familias,
gasto del Estado, inversión de empresas y la diferencia del saldo de
caja entre exportaciones e importaciones. Pues bien, todos sabéis,
porque lo sufrimos, que la tijera de Rajoy y el cinturón reductor de
abdomen de su política económica hacen que nos cortemos al comprar,
básicamente porque no tenemos tanta pasta como antes y además la
inflación hace que todo sea más caro. De postre, los impuestos al
consumo sufren priapismo en número y cuantía, las reducciones del
gasto público en servicios sociales, educación y sanidad, unido a
los estacazos de la U.E., hacen el resto. Y la indigestión se
transforma en cagalera. Por cierto, alguien debería decir que las
exportaciones crecen, no porque la marca España sea seductora para
los clientes exteriores, porque su competitividad o calidad dejen
boquiabierta a la concurrencia. Lo hacen más bien porque la caída
de salarios, precarización del mercado de trabajo y otras perlas
similares suponen que nuestros productos resultan más baratos que
otros de mejores características. Y ante la “pela”...
Y en
estas, del estío canicular, a caballo entre el inicio de las
vacaciones de unos, la vuelta al trabajo de otros o el ansia por
encontrar uno digno de siete millones de españoles en paro y los dos
millones de familias sin un euro de ingreso al mes, estamos.
Engañados o en trance por lo que en las Ciencias Sociales se conoce
como miopía del ciudadano.
Regocijarse
con las subidas de empleo estival es de enanos mentales, cómo
siempre fue. Además, no olvidemos que para ser metodológicamente
serios deberíamos cruzar datos de empleo con otros como los de saldo
de la inmigración, por ejemplo y recordar que, en los últimos
tiempos, la tendencia se ha invertido, es decir se da una vuelta
hacia los países de origen. Y eso significa empleos abandonados por
recursos extranjeros que son ocupados por nacionales. ¡Ah! ¿Qué
eso no puede decirse...? Por eso, así nos va. Y ojo a la fuga de
cerebros, más allá e la insustancial “peli” de Amaya Salamanca
y Mario Casas, porque los jóvenes que emigran, para comer Sra
Ministra, no para vivir de lujo, descapitalizan intelectualmente un
país y no vuelven. Es por otra, algo que ocurre en los entornos
subdesarrollados. Como diría Chiquito de la Calzada ¡Qué lo
sepas...!
Heri
Gutiérrez Garcia