Iguazú: Patrimonio de la Humanidad

miércoles, 7 de mayo de 2014

Yo, no debo ser un patriota

"El Patriota" es una sanguinolienta película rodada en al año 2000 por Roland Emmerich, protagonizada por Mel Gibson. Como digo, el metraje de toda la cinta se ve adornado de vísceras, miembros amputados en campos de batalla, todo ello sazonado de salsa de sangre humana. Menos mal que como solo es una "peli", el asco y las arcadas nos los producen sucedáneos de plástico y salsa de tomate.
Pero no; no me voy a dedicar a la crítica cinematográfica, ni mucho menos; disfruto del cine como espectador y el gusto que saboreo en él no tiene porque coincidir con el correcta uso de cámaras, dirección de escena o actores, etc. Con ello, confieso mi total desconocimiento de las técnicas del séptimo arte.
Pero de lo que si tengo cierto conocimiento es del tratamiento de las variables macroeconómicas y sus repercusiones sociales y antropológicas; al menos en eso he empleado mucha parte de mi vida. Por si los párrafos anteriores os han dejado un poco desubicados, como suele ocurrir cuando te enfrentas a mis relatos debido a mi basto y torpe estilo narrativo desgajado a hachazos, o por si eres uno de los nuevos decepcionados del Sistema que leéis este engendro, me explicaré.
Si partimos de las características que, según nuestro presidente del gobierno, debe reunir un buen patriota, yo creo sinceramente que no cumplo con alguna de ellas; a saber:
Un patriota ejemplar sería aquél que se alegra con los datos de la reducción de paro en el mes de abril y los esgrime como bandera, enseña de un crecimiento económico en ciernes, sin parangón y ejemplarizante. Asumir sin ningún tipo de dudas que el mercado de trabajo se está recuperando - pese a que solo se dispone de un dato mensual que lo indique -, que decir lo contrario es sinónimo de ser enemigo público de la nación española o de ser un masoquista que solo disfruta con la vida en la miseria. El problema es que, aunque evidentemente me alegro de los datos, porque no soy un zafio ni un mezquino, como quiero que mi país vaya bien, que no se vean las colas de compatriotas a las puertas de los comedores sociales, cocinas económicas, albergues o escarbando entre la basura y como además me considero un tío que no debe bailar el agua a nadie que no explique la verdad de los datos coyunturales, me parece que de tal guisa me estoy convirtiendo en un apátrida. Sepan srs. del gobierno que el mes de abril - que cantaba Sabina - ha albergado en su seno la Semana Santa, que además fue el único puente vacacional desde la cuestona que empezó en enero, así que por mor de la inercia del buen tiempo, los chiringuitos de la playa se vieron desbordados y obligados a contratar nueva mano de obra. La gran duda es saber si esas plantillas aguantarán hasta septiembre y más allá, otra vez si el tiempo sopla a favor y los guiris nos visitan. De no ocurrir esto,  ¿cuál será la nueva dialéctica trascendental del gobierno?. ¿Se verán ellos también abocados a disfrutar del estatuto de apátridas?