Hoy vuelvo a
escribir unas lineas, desde el retiro en las montañas del olvido, en
el que me exilié voluntariamente al comprender que con mis artículos
lo único que se consigue es que algunos piensen que lo que se busca
es un puesto en “nosequé” gobierno fáctico o pesebre; me río y
no precisamente de Janeiro. Vaya esta columna a la memoria de un
hombre, un prohombre que se apagó lentamente este pasado domingo,
que hace treinta años dimitió por dignidad, para vergüenza de los
que le hicieron la cama, algo que no se estila en los tiempos del
emperador Neocon de hoy en día y me refiero a dimitir. “Me voy
porque no quiero que la Democracia en España sea un paréntesis en
su Historia”, fueron las palabras de despedida de alguien que
los tuvo tan bien puestos, que le impidieron limpiar la moqueta de
las Cortes, con su levita, supuesta valía y vergüenza, cuando un
pretoriano entró “pipa en mano” en el Congreso para robarnos la
joya que se estaba bruñendo. Recuerdo aquella peligrosa y furibunda
tarde noche porque yo, al igual que otros escolinos y adolescentes de
L'Entregu, estaba en clase particular en la antigua Academia de Don
Luís, encima del desaparecido bar Castilla, con Avelino, ejemplo de
docencia presente, y pos azares del destino hoy Jefe de Estudios en
uno de los huertos donde siembro disidencia. Pues bien, Veli
no nos dejó salir de allí hasta que, a eso de las nueve de la
noche, la situación pareció estar más o menos desencriptada. “Pa
casa directamente...Rápido y sin parar con nadie” nos dijo a
los guajes que allí estábamos con la boca abierta sin saber que
diablos pasaba, después de que algunos, cuatro o cinco años mayores
y con militancia política, se hubieran largado a sus sedes a
“empaquetar” por miedo a que el destino se repitiera. Años
antes, el luego duque de Suarez, había toreado al miura, bravo aún,
del franquismo y trazó, junto con otros caballeros de igual
compromiso, las lineas maestras de la Transición y la Constitución,
madre de nuestra Democracia actual. En mi recuerdo de niño, está el
día en que se los españoles votaron en favor de a Libertad, sin
ira, y el de las primeras elecciones democráticas porque a mi padre
el sorteo le destinó como presidente de algo que se llamaba mesa
electoral y que en mi casa dejaba cierto sabor, regusto más bien, a
peligro porque “alguien pudiese llegar con un bomba...”
Tiempos
en color sepia, posteriores al banco y negro del garrote vil al que
fue sentenciado Salvador Puig Artich, anarquista barcelonés, y de
los fusilamientos, al alba, de los miembros del FRAP. Poco antes del
color “chirrión” del naranjito y sus colegas cítricos, con la
cagada del Mundial 82, o de las primeras películas verdes “made in
spain”, cuando las generaciones que nos precedieron se dieron
cuenta que en Europa, más allá de los Pirineos, había más cosas
que viñedos, pluriempleos a precio de saldo o cine X, en Biarriz.
Todo porque unas cuantas manos transformaron el barco fantasma sin
luces, cual galeón pirata, del tardofranquismo en un navío que ya
no se movía por los latigazos sobre las espaldas de los galeotes.
Pero pasados
casi cuarenta años, los problemas siguen siendo los mismos que en
tiempos de los Pactos de la Moncloa. ¿No hay en la clase política
nadie que tenga los arrestos para olvidarse de unas siglas y pactar
un reglamento de urgencia?. ¿Hasta cuando vamos a esperar?. La
situación se me antoja, al menos peligrosa. La docta clase política
patria está logrando, hoy en día, que las dos españas que Suárez
y los primeros demócratas intentaron unir, se vuelvan a enfrentar
mostrándose las uñas, no sólo dialécticamente. Así, no entiendo
como después de una manifestación por la dignidad, algunos
compatriotas se líen a pedradas contra otros que son trabajadores,
obligados por “quienes saben y ordenan”, que también viven de un
nómina y soportan los recortes como los que usamos la tiza, en
público o privado, o el bisturí. Desgraciadamente, el deterioro del
material urbano solo sirve para justificar que el Estado actúe con
contundencia amparándose en normas prescritas con el rodillo de la
mayoría, por encima de quien sea y duela a quien duela, sabiendo que
la ciudadanía olvida a largo plazo pero olvidando que no perdona la
mano ajena en su bolsillo, ni las cuentas en Siuza. Lo más
preocupante es el deterioro del material intelectual y humano,
producto de sistemas educativos que no valoran lo realmente
importante que es inculcar el concepto de compromiso social entre la
ciudadanía. Difícil
es, si los que los diseñan carecen de él. Por ello, que
las nuevas generaciones se queden en peor situación que los adultos
de la Transición, se me antoja un problema de difícil solución.
Así, como solo los expertos saben, se nos engaña una y otra vez,
con celadas como la “supuesta bajada” de impuestos mientras,
mientras se incrementa el tipo reducido del IVA al 21%. El truco del
almendruco está en que desgraciadamente no todo el mundo tiene
sueldos para declarar, pero tod@s
tenemos la mala costumbre de comer para vivir, aunque de quitar tal
vicio a los que no poseemos cuantas en las Islas Caimán ya se
encargan los “expertos”. ¡Qué jo, ellos si saben...!. Y como
estas líneas van a la memoria de un gran hombre, al menos según
cuenta la historia reciente, que antepuso la idea de España como
Democracia de heterogeneidades, no como entelequia inescrutable, a
sus deseos por principios, solo daros un consejo, por los mismos y
porque hace tiempo que no disiento públicamente del Gobierno y tengo
“mono” de ello. Los que tengáis unos ingresos inferiores a los
12.000 €, haced el borrador de la declaración de Hacienda; si esa
misma de la que dicen haceros un favor dejándoos exentos. Y en
función del resultado, actuar. La trampa está en que declaración
no presentada, en ciertas condiciones, equivale a ingreso para el
Estado.
Heri
Gutiérrez Garcia.