Iguazú: Patrimonio de la Humanidad

viernes, 6 de agosto de 2021

"...Al hambriento y al sediento..."

 Este relato, desgraciadamente no es una experiencia vivida en primera persona, es el recuerdo de algo visto en un programa de televisión, durante los años ochenta. Aquellos años en los que aún no habían desembarcado los antepasados de Mediaset o A3media. De hecho, creo que fue en La2.

Un contertulio comentaba lo siguiente:

"...Íbamos unos cuantos amigos paseando, un domingo, por la montaña. La bruma se echó encima rápidamente y, calados hasta los huesos, nos perdimos. Decidimos no avanzar más para no empeorar la situación. Hacia el medio día, le niebla levantó y pudimos ver en la distancia lo que parecía un pequeño restaurante en la campiña. Al acercarnos al soportal, apareció un aldeano que no saludó. Le preguntamos si se podía comer y beber algo y el asintió. Pedimos unas botellas de vino y un poco de jamón y queso. Al tiempo, llegaron, él y la que nos presentó como su esposa, con lo que habíamos pedido. Volvieron al interior ofreciéndonos más si así precisábamos. Mis amigos y yo empezamos a quitarnos el frío y el mucho miedo que nos helaba los huesos. Pasada media hora, uno de ellos entró en la casa y solicitó otra nueva comanda. Al poco, fuimos nuevamente servidos...Al pedir la cuenta para, a escote-pericote, intentar pagarla, el matrimonio nos dijo que no era nada; nada debíamos allí; que ellos no regentaban ningún negocio y que estábamos en una casa particular. Casi se nos cayó la cara de vergüenza...No obstante quisimos dejarles algo de dinero a cambio de lo que habíamos consumido. En parte por corresponder a la hospitalidad y el resto por redimirnos al haberles acabado con sus reservas, viendo además que era un matrimonio de avanzada edad. Ellos, se negaron nuevamente y contestaron: "Cuando llegasteis a nuestra casa, veníais hambrientos y sedientos... Y al hambriento y al sediento se le sacia. Cuando ya os recuperasteis, pasado el tiempo, esta era ya vuestra casa y por ello no se cobra a quien es el dueño..." Mis amigos y yo, nos despedimos de aquel matrimonio que, además de saciar nuestra necesidad física, nos había agasajado con una lección de humanidad tal. Creo que, pese a que ocurrió hace varias décadas, nunca seremos capaces de olvidarlo..."

Espero no haber destrozado mucho el relato con que Camilo José Cela, que en verdad era el contertulio, dejaba boquiabierto a José María Íñigo en uno de los "Estudio Abierto" de los ochenta. Pido perdón sí lo he hecho. 

Creo que muchos de los que piden ADNs, códigos génicos o similares deberían haberse encontrado con aquel matrimonio para hacerlos más humanos. Quizás así serían menos xenófobos, racistas y generadores de trasnochados argumentos de odio al distinto,