Iguazú: Patrimonio de la Humanidad

lunes, 24 de marzo de 2014

ADOLFO SUÁREZ, OFICIO DE RECUERDO


Hoy vuelvo a escribir unas lineas, desde el retiro en las montañas del olvido, en el que me exilié voluntariamente al comprender que con mis artículos lo único que se consigue es que algunos piensen que lo que se busca es un puesto en “nosequé” gobierno fáctico o pesebre; me río y no precisamente de Janeiro. Vaya esta columna a la memoria de un hombre, un prohombre que se apagó lentamente este pasado domingo, que hace treinta años dimitió por dignidad, para vergüenza de los que le hicieron la cama, algo que no se estila en los tiempos del emperador Neocon de hoy en día y me refiero a dimitir. “Me voy porque no quiero que la Democracia en España sea un paréntesis en su Historia”, fueron las palabras de despedida de alguien que los tuvo tan bien puestos, que le impidieron limpiar la moqueta de las Cortes, con su levita, supuesta valía y vergüenza, cuando un pretoriano entró “pipa en mano” en el Congreso para robarnos la joya que se estaba bruñendo. Recuerdo aquella peligrosa y furibunda tarde noche porque yo, al igual que otros escolinos y adolescentes de L'Entregu, estaba en clase particular en la antigua Academia de Don Luís, encima del desaparecido bar Castilla, con Avelino, ejemplo de docencia presente, y pos azares del destino hoy Jefe de Estudios en uno de los huertos donde siembro disidencia. Pues bien, Veli no nos dejó salir de allí hasta que, a eso de las nueve de la noche, la situación pareció estar más o menos desencriptada. “Pa casa directamente...Rápido y sin parar con nadie” nos dijo a los guajes que allí estábamos con la boca abierta sin saber que diablos pasaba, después de que algunos, cuatro o cinco años mayores y con militancia política, se hubieran largado a sus sedes a “empaquetar” por miedo a que el destino se repitiera. Años antes, el luego duque de Suarez, había toreado al miura, bravo aún, del franquismo y trazó, junto con otros caballeros de igual compromiso, las lineas maestras de la Transición y la Constitución, madre de nuestra Democracia actual. En mi recuerdo de niño, está el día en que se los españoles votaron en favor de a Libertad, sin ira, y el de las primeras elecciones democráticas porque a mi padre el sorteo le destinó como presidente de algo que se llamaba mesa electoral y que en mi casa dejaba cierto sabor, regusto más bien, a peligro porque “alguien pudiese llegar con un bomba...”
Tiempos en color sepia, posteriores al banco y negro del garrote vil al que fue sentenciado Salvador Puig Artich, anarquista barcelonés, y de los fusilamientos, al alba, de los miembros del FRAP. Poco antes del color “chirrión” del naranjito y sus colegas cítricos, con la cagada del Mundial 82, o de las primeras películas verdes “made in spain”, cuando las generaciones que nos precedieron se dieron cuenta que en Europa, más allá de los Pirineos, había más cosas que viñedos, pluriempleos a precio de saldo o cine X, en Biarriz. Todo porque unas cuantas manos transformaron el barco fantasma sin luces, cual galeón pirata, del tardofranquismo en un navío que ya no se movía por los latigazos sobre las espaldas de los galeotes.
Pero pasados casi cuarenta años, los problemas siguen siendo los mismos que en tiempos de los Pactos de la Moncloa. ¿No hay en la clase política nadie que tenga los arrestos para olvidarse de unas siglas y pactar un reglamento de urgencia?. ¿Hasta cuando vamos a esperar?. La situación se me antoja, al menos peligrosa. La docta clase política patria está logrando, hoy en día, que las dos españas que Suárez y los primeros demócratas intentaron unir, se vuelvan a enfrentar mostrándose las uñas, no sólo dialécticamente. Así, no entiendo como después de una manifestación por la dignidad, algunos compatriotas se líen a pedradas contra otros que son trabajadores, obligados por “quienes saben y ordenan”, que también viven de un nómina y soportan los recortes como los que usamos la tiza, en público o privado, o el bisturí. Desgraciadamente, el deterioro del material urbano solo sirve para justificar que el Estado actúe con contundencia amparándose en normas prescritas con el rodillo de la mayoría, por encima de quien sea y duela a quien duela, sabiendo que la ciudadanía olvida a largo plazo pero olvidando que no perdona la mano ajena en su bolsillo, ni las cuentas en Siuza. Lo más preocupante es el deterioro del material intelectual y humano, producto de sistemas educativos que no valoran lo realmente importante que es inculcar el concepto de compromiso social entre la ciudadanía. Difícil es, si los que los diseñan carecen de él. Por ello, que las nuevas generaciones se queden en peor situación que los adultos de la Transición, se me antoja un problema de difícil solución. Así, como solo los expertos saben, se nos engaña una y otra vez, con celadas como la “supuesta bajada” de impuestos mientras, mientras se incrementa el tipo reducido del IVA al 21%. El truco del almendruco está en que desgraciadamente no todo el mundo tiene sueldos para declarar, pero tod@s tenemos la mala costumbre de comer para vivir, aunque de quitar tal vicio a los que no poseemos cuantas en las Islas Caimán ya se encargan los “expertos”. ¡Qué jo, ellos si saben...!. Y como estas líneas van a la memoria de un gran hombre, al menos según cuenta la historia reciente, que antepuso la idea de España como Democracia de heterogeneidades, no como entelequia inescrutable, a sus deseos por principios, solo daros un consejo, por los mismos y porque hace tiempo que no disiento públicamente del Gobierno y tengo “mono” de ello. Los que tengáis unos ingresos inferiores a los 12.000 €, haced el borrador de la declaración de Hacienda; si esa misma de la que dicen haceros un favor dejándoos exentos. Y en función del resultado, actuar. La trampa está en que declaración no presentada, en ciertas condiciones, equivale a ingreso para el Estado.


Heri Gutiérrez Garcia.