Hace
unas fechas Iván Hidalgo, un amigo de L’Entregu, me llamó con una
proposición honesta y a la vez ineludible. Había hablado con
Casimiro Palacios, otro buen amigo y vecino para, además de pedirle
mi móvil, indagar sobre mi disponibilidad. La oferta, presentar un
libro, “Relatos Mineros” de su primo Juan Carlos Lorenzana “Zana”
en nuestra tierra asturiana. Concretamente elegían San Martín del
Rey Aurelio para ello por las raíces familiares del autor y por que
a nadie se le puede escapar que pocos terruños como estas Cuencas
Mineras nuestras tienen vida, sangre, orgullo, dolor, valor y muerte
como condimento para formar un acervo cultural llamado y conocido
como minero en todo el mundo.
Uno
que se apunta a un bombardeo, cuando las causas son justas, y que
sabe lo que es que las Instituciones le hagan luz de gas y tener que
jugar partidos siempre fuera de casa, no podía de ninguna manera
negarse ante tal envite. Amén, claro, de la correspondiente y
necesaria dosis de hospitalidad.
Pero.
¿Quien es Zana?. A vuela pluma, el primu de Iván, fue un minero de
la Hullera Vasco Leonesa y además alcalde, por I.U., de Pola de
Gordón. Hasta ahí nada raro; bastante habitual en tierras mineras.
Pero, ay amigos, lo que hace singular al Sr. Lorenzana es que tuvo la
gallardía de abandonar partido y alcaldía, cuando el aparato
nacional de aquél no defendió la minería patria frente la guadaña
de la U.E. Y eso no todos serían capaces de hacerlo; solo tenéis
que echar un vistazo a la política y sociedad española.
¿Cómo
vas a enfrentar la presentación? Me decía hoy Iván en un wasp.
Confía en mi, le contesté. Pero a vosotros para seduciros e
invitaros a que os acerquéis hasta la Casa de la Juventud de
Sotrondio a las siete y media de la tarde, os contaré algo. Podría
tocar la sensibilidad de la concurrencia e introducir al autor desde
la perspectiva económica y decir algo así como: Este es un relato
que reivindica la necesidad de la existencia de un sector minero
estratégico en España, para no depender de las importaciones de
carbón a precios más o menos justos y para evitar la pérdida de
empleo y tasas de actividad, amén de la despoblación de las tierras
que crecieron y a la vez alimentaron el desarrollo del país. Pero
eso está muy manido y usado por los malos políticos como piedras
arrojadizas que se cambian de mano en situaciones de gobierno y
oposición. Y ninguno de los que estarán en esa mesa son políticos
y el único malo es el que firma esta columna. Me acercaré desde la
Antropología ya que la llamada “cultura minera” es, como
cualquier otro concepto central, un abstracto. No es algo que dependa
del código genético o la Biología, es una construcción humana y
como todas ellas se puede crear, recrear pero también modificar y
destruir. Y todas estas acciones alteran a los colectivos que las han
tomado como propias. Ahí está la importancia de las artes, saberes,
compromisos y relaciones de cualquier constructo cultural. Algo que
ni partidos políticos ni Instituciones comprenden; y así con su
torpeza llevan a la desaparición de grupos étnicos, no confundir
con razas, que comparten elementos culturales propios. Por eso para
un antropólogo acabar con la sociedad minera es un delito de lesa
humanidad tan grave como sembrar cunetas con republicanos o
ciudadanos no afines a una causa, exterminar a una etnia, la judía,
en campos del horror o montarse guerras comerciales internacionae
para bien de tus negocios. Espero veros, por que allí haremos un
“full Monty” de alma y corazón.
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