No
sé si es que pasada la primera y en plenitud de la segunda juventud
las personas nos volvemos lelos, al menos incrédulos, o es que yo en
la tercera infancia doy con mucha frecuencia rienda suelta al escolín
que llevo dentro. Sí, el que durante la E.G.B. torció la caligrafía
pero enderezó el espíritu, como sus colegas de armas, copiando
ciento y mil veces aquello de “En la clase no se habla”, “Debo
hacer caso al profesor”. ¡No sé…! Quizás aquel infante que
jugaba con los “geyperman”, futbolines o pistoles de restallones
en pantalones cortos, el mismo que aún siento dentro y se ríe de mi
desde el fondo de un espejo cada vez más lleno de arrugas. Ése que
me obliga a tender puentes entre la realidad y la ficción, lo divino
y lo humano, lo que está bien y lo que debería sancionarse...
Recuerdo
del inicio de esta tercera infancia, “Tristes Trópicos”, una
gran obra de la Antropología moderna, que describe los trabajos que
su autor, Lévi – Strauss, uno de los padres de esta Ciencia,
desarrolló en el Amazonas. Investigador – etnógrafo se sumerge en
el pulmón de la tierra y se mezcla con las tribus de los “salvajes
civilizados” que no son otros que los primitivos actuales
contactados y violados física y culturalmente por Occidente.
Dinámicas de “negociación” siempre en desventaja con quienes
llegan en pájaros de metal, canoas que gruñen echando humo, que usan
cerbatanas que lanzan dardos que dañan más que las propias, pactos
perversos que les hacen perder sus tierras y desplazarse cada vez más
hacia el centro del corazón verde, dejando todo lo que más quieren
atrás. Y en estas, yo me pregunto. ¿Podemos establecer un nexo de
simetría entre los pactos en Amazonia y los de la actual Hispania…?
Para
responder a esta cuestión debemos montar en el Delorean del “Regreso
al Futuro” y marcar rumbo a los aún calientes noviembre y
diciembre de 2015, meses en que los primeros y segundos espadas de la
política patria nos deleitaron con tamaños debates del absurdo que
ni José Mota pudo superar en el especial de Nochevieja. Si algo
quedó claro o al menos eso pretendieron comunicar, obviando el
manido “y tú más”, es que había fronteras, más que líneas
rojas, insalvables entre honestos y corruptos, nuevos y viejos que
eran más profundas que las heridas pustulentas que separaban a las
rancias derechas e izquierdas. Así definidas las posiciones si
alguien no ganaba por goleada nadie pactaría con desleales, ruínes,
corruptos, trasnochados o modernos por el mero hecho de gobernar.
Pero claro después de que las urnas dictaran sentencia, a modo de
combate nulo, amén de que las copiosas comidas y el turrón de
Navidad llevaran a pesadas digestiones que obligan a que los
esfínteres se relajen, tras todo, dando veracidad al refrán
de la sabiduría popular “prometer hasta meter y después de
metido, nada de lo prometido” las líneas rojas se difuminan y
aparecen amigos donde antes amenazaban seres abyectos, desleales,
corruptos, dinosaurios caducos o politicuchos de nuevo cuño sin
tablas de ningún tipo. ¿Por qué?. Pues por varias cuestiones, ver
veremos.
Ellos,
los profesionales de la política, dicen que es hora de pactar porque
hay muchas cosas que unen y pocas que separan – recomiendo ver el
capítulo de los Simpson “Ciudadano Kang” - y que lo que importa
es la unidad de España. Yo les preguntaría a ustedes, Srs líderes
políticos, lo siguiente. ¿Se han olvidado de la cifra de parados?.
¿ De los trece millones de compatriotas que lo pasan mal, al limite
de la exclusión social? ¿De qué uno de cada tres niños está
jugando al mismísimo borde?. ¿Del millón de familias que no
ingresan un puto euro al mes?. ¿ De la pobreza energética nacida
del absurdo de los impuestos a las eléctricas y los márgenes de
beneficios que éstas pretenden?. ¿Y de la calidad y duración de
los contratos que se firman?. ¿Los sueldos? ¿las puertas
giratorias?. Pa qué seguir, no.
Por
contra, osaría hacer varias apreciaciones sobre el espíritu de
compromiso con la nación y su ciudadanía, la obligación de
desarrollar lo que los programas prescriben, la esencia de Los Pactos
de Toledo que en nada tiene que ver con los pretendidos por sus
señorías. ¿De verdad engancha tanto el asiento en Las Cortes?. Y
mientras, los partidos sienten como sus intestinos se remueven para
descabezar a quienes fueron propuestos como “líderes de la causa”. O el esperpento de ver como el autoproclamado presidente de la república independiente de
Catalunya pide, en pos de la coherencia, el apoyo de la CUP La simbología del circo y la arena de otro grande de la
Antropología, Victor Turner.
Siento
deciros a todos que vada vez me creo menos de este absudo. Es más,
me atrevería a decir que ni los propios actores se creen nada y que
todos los triunfos y fracaos son solo atribuibles a los profesionales
del marketing electoral, los guinostas de campaña y asesores de
imagen. Y asñi mal vamos compatriotas.
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