Algunas veces por la mañana, cuando vuelves a nacer por la misma magia que fina la noche, te dicen que al pasar lista alguno de los que firmaron al acostarse no se han presentado con la nueva luz del día...
Como si los que se encargan de poner las calles, muy de mañana, se los hubieran llevado para que los ayudasen es esta tarea eterna. Porque de ella, como si de una labor sacrosanta se tratara, parece que depende el futuro de los que aún firmamos al amanecer, con dignidad y pretendida cordura.
Y esta vez la falta a filas fue la de Rufino Roces, un langreano de honor y ciudadano del mundo para el mundo.
Conocí a Rufino, casi por casualidad. Allá por diciembre de 1993, cuando yo, un mozalbete en las letras, - que no en la vida - ya cumplido de largo el cuarto de siglo, se animó a participar en el Concurso de Relatos Cortos de Festejos de San Pedro. Por aquélla yo "nun" pegaba ni sellos en la literatura, incluso "tovía" peor que hoy que mezclo nocilla con chorizu, avecrem con bacalao o panceta con sucedáneo de cangrejo "pa" atacar la Nueva Economía Neocon, sin revólver ni machete, solo con una lengua que pretendo bien montada y se queda simplemente en viperina.
A entregar los tres borradores mecanografiados en la vieja Olivetti azul y gris plata, que andaba por casa desde hacía varias décadas, coincidí en la sala con un caballero terriblemente agradable, sentado tras la mesa del despacho; era Rufino, como se presentó al estrecharnos las manos,quien me hizo una serie de rergalos. El primero, un libro del poeta Benjamín Mateos, que me dedicó en nombre de la Sociedad de Festejos y Cultura de La Felguera.
El segundo fue su conversación sobre la necesidad de que los jóvenes de las Cuencas tomásemos las riendas de lo que sería nuestro futuro, algo que desgraciadamente los que pertenecían a su generación ni entendían posible ni mucho menos intentaron comprender como él si hizo.
Seguidamente me conminó a no abandonar y seguir en esto de las letras, aunque inicialmente, o nunca, se reciban premios por ello. Hoy entiendo, pese a no ser un profesional de este mundo, que si es menester y necesario saber "defender" con la escritura aquello que se entiende en el corazón...Al menos eso creo que me vino a inocular con sus palabras.
Así, con un nuevo apretón de manos nos despedimos...
Posteriormente, décadas después, coincidimos en alguna tertulia de la desaparecida Cuencas Mineras TV, en programas como "La Antoxana"..Y siempre seguí aprendiendo de su bonhomía.
Hoy tristemente Rufino nos ha abandonado, como muchos otros este año aciago, igual que todos los años, porque siempre hay alguien que se queda en la oscuridad de la noche, para seguir poniéndonos las calles.
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