miércoles, 28 de mayo de 2014

La culpa de la desintegración de España

 Si de verdad se está desintegrando, o se corre el peligro de ello, habría que detectar las culpas y su patrocinadores, y concluir así que distan mucho de ser las supuestas por quienes dirigen nuestros designios desde las Cortes.
 Se esgrimen variopintos, peregrinos y alocados argumentos como detonantes de no sé qué idea relacionada con la disolución de un modelo que a todas luces es anacrónico y distópico. Me causa indignación que se defienda la existencia de la superestructura del Estado y se critiquen los planteamientos racionales que consideran el modelo federal como más idóneo. El mismo estupor que conocer la práctica instalación de detectores de movimiento en oficinas, departamentos y demás instalaciones públicas, cuyo objetivo es apagar las luces y, consecuentemente los equipos informáticos cuando pasados varios minutos el usuario no se mueve. La gracia es que si estás escribiendo, lo que sea, en un ordenador el espíritu ahorrativo del legislador te joroba todo lo que no tengas guardado. En el envés, por contra, siguen pululando los coches oficiales, los asesores, dietas - no de adelgazamiento -de los políticos de turno, independientemente de cual sea su filiación.
 Se critica la existencia de los grupos antisistema alojándolos solo y exclusivamente en la ideología de izquierda y el movimiento 15 M, ambos españoles, sin hacer caso a los informes policiales que los relacionan con organizaciones de guerrilla urbana, unidos a células internacionales que, si me apuras, no tienen ideología alguna. Se olvida que estos grupos, en su mayoría, se mueven por un cúmulo de consecuencias derivadas en su mayor parte de la propia metástasis del sistema. Así, la inoperante Europa, solo funcional para los ricos, hace que asomen la cabeza y el cuello, en toda ella, partidos de extrema derecha con planteamientos xenófobos y racistas, lo que por dinámica de acción reacción implica la aparición de otros igualmente peligrosos de la extrema izquierda. Si a esta realidad le unimos la continua decadencia en la educación que lleva a las generaciones actuales a desconocer la Historia reciente, el compromiso social y ciudadano, más allá de las cuatro reglas de lógica matemática o las ortográficas, tenemos el cóctel perfecto, cual tormenta, para desencadenar la negligencia ciudadana. Y todo ello distinto a lo que es la desobediencia o crítica civil, aunque algunos lo confundan.
 La propia pérdida de conciencia de los partidos políticos tradicionales que olvida el sacrosanto significado de la liturgia interna, cuando  paradógicamente algunos aspirantes eternos o triunfadores perpetuos se sirven de ella para evitar la entrada de aire limpio, fresco y vinculado a la ciudadanía, anquilosándose como oligarquías de poder. Esto, unido a la falta de cultura crítica, hace que los que deberían ser receptores de la dialéctica política, los votantes, se vean despegados y olvidados, lejos de problemas reales como son el paro, el acceso diferencial a los derechos y el cada vez mayor riesgo de la exclusión social. Toda una desaparición del código ético que obligaría a dar la cara cuando los resultados no han sido los esperados y evitaría tildar de marginal alternativas votadas por un elevado número de ciudadanos europeos. Todo ello no es más que tirarse piedras contra los tejados de las propias sedes centrales. Así, sea o no opción de futuro cierto, el caso de Podemos no puede ser definido como un grupo de perroflautas de extrema izquierda antisistema y a los cinco minutos identificar la figura de su líder, Pablo Iglesias, con la de Hitler o su partido de significado electoral parecido al de la ultraderechista Marie Le Pen en Francia. Sobretodo cuando los politólogos lo vinculan al voto joven universitario y con mayor formación. Aquellos que han tenido la suerte de escapar a las trampas del sistema educativo cada vez más desquiciado y castrador.
 Y la última vuelta de tuerca, esta orientada al sur e imprimida desde el gobierno, es solicitar la ayuda coercitiva de Europa para  España  y Marruecos con el fin de evitar que ciudadanos del tercer mundo puedan llegar a una vida mejor, porque "nos roban el trabajo",olvidándose que este país fue cuna de emigrantes a ultramar o de los jóvenes varados en Alemania. La ayuda, en esta agencia, solo puede ir en una dirección y no precisamente colocando mas concertinas o nidos de ametralladoras en frontera, sino en la de generar en origen posibilidades de vida para todos los que sufre en sus países, pero claro eso supondría no meter la zarpa en sus recursos naturales, y eso a los Srs de la guerra, los que juegan al "Juego de tronos" no les mola.




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