miércoles, 28 de octubre de 2020

LA CASTA, LOS LEONES Y EL ESPAÑOL


Decía mi “güela” Oliva que no había cosa más grande que meterse en la cama por la noche y dormir tranquilo. Y no se refería a que guardásemos tres horas de rigor después de la cena para abandonarnos en brazos de Morfeo. Años más tarde Pepe “Teverga”, el responsable de la sección de atletismo de la Uni de Uvieu, allá por los noventa, decía “correr, corren mucho los galgos pero son perros”. Pepe y Oliva eran personas hechas por la necesidad, como muchos, madurando en los años más duros de nuestra historia reciente y por ello lo que decían iba a misa. Cuando en un mercado de ganado, de los de antes, un tratante y un carnicero sellaban la venta de un xatu culón por 200 duros ya podía venir otro comerciante con el fajo de billetes a reventar, la mano dada entre paisanos o paisanas era Ley.

Muchos años después una terrible pandemia asoló el mundo. Un pequeño reino cuyas tierras eran acariciadas por los rayos del sol y sus costas por las olas de tres mares era el más cuitado y afligido. Sus ciudadanos lo estaban pasando muy mal. Los políticos, desbordados por la situación, lo habían intentado todo; incluso conminaron a “influencers” y trovadores locales para que alertaran del peligro a sus seguidores. La cosa pintaba mal, algunos surferos negacionistas estaban encaramándose ya en la tercer ola de la CoVid y no precisamente en el vecino Portugal durante el verano; todas las barbas, no solo las del vecino molesto, eran peladas. Así que un séquito encabezado por el Ministro de Sanidad, como un posmoderno Merlin, sus asesores y todos los Consejeros autonómicos apoyados por más pensadores clamaban en los medios de comunicación pidiendo cordura, responsabilidad y solidaridad. La situación se les escapaba de las manos. Pocos eran los vasallos que cumplían con el protocolo. Las fiestas paganas dónde el alcohol y otros aditamentos corrían a raudales se hicieron endémicas como el “bicho”. Incluso alguien se planteó hacer cursos rápidos para formar Quijotes que lanza en ristre acometieran contra los infieles. De repente todo parecía que empezaba a encarrilarse; por fin después de ocho meses dando tumbos y, según algunos datos, más de sesenta mil fallecidos por el coronavirus, los estadistas de aquel reino junto al mar, que diría Poe, se habían sentado y después de mucho pensar, decretaron un nuevo estado de alarma y aunque esa situación podría dar al traste con la hostelería que había aguantado el primer envite, era en sus palabras necesario. De repente un elfo burlón, que durante años había ejercido en aquel reino, organizó una fiesta palaciega, con “Leones” de entretenimiento, y todos los altos cargos del reino acudieron a ella como hechizados. Al día siguiente las fotos los mostraban sin mascarillas y con su vergüenza al aire. El elfo, una vez conseguido su propósito, musitaba explicaciones incongruentes; tan torpes como la actitud de los asistentes al ágape. Por cierto. ¿No se les debería someter a PCRs a todos? ¿Multarles, por Ley?. ¿No deberían dimitir por decencia.? En fin, eso ocurrió en un reino junto al mar. ¿Lo sabíais?.

No hay comentarios:

Publicar un comentario