Hola
amigos, comienzo
esta columna utilizando “palabros” de moda que emplea hoy en día
todo político que se precie. Los
usan por
que en
mítines y ante los medios queda bien, sobretodo si al hacerlo el
pose se condimenta torciendo el ceño y se pone cara de estar
estreñido o con dolor de estómago. Aunque, en petit comité, os
diré que uno de L’Entregu, como yo, duda de que sepan exactamente
de qué rayos están hablado. Si fuera por
convencimiento,
las críticas al Sistema ya se
habrían
descolgado
por sus bocas, esputadas desde el alma, hace cientos de lunas. Pero
no, por aquellas solo charnegos, amputados traumáticamente del
cuerpo social, osábamos decir que este modo de hacer economía nos
iba a llevar a la chingada madre. Y sí, amigos, ese es precisamente
el lugar, para nada idílico, al que seremos aventados. Por contra,
hace una década, en tiempos del virrey del carbón y de los señores
del beneplácito puño sobre la mesa era políticamente incorrecto y
pernicioso para la salud sacar los pies del tiesto. Si lo hacías,
los pretorianos te susurraban, a voces: “Nun sabis con quien te la
tas jugando, rapaz. A ver si vamos tener que frenate en seco”. Y
sí, claro que los sabíamos... Pero el compromiso con la justicia
social era mas grande que las patadas en las tripas que te podían
caer.
La
solución nunca fue lamerse las heridas, rendirse y, montado a los
lomos de un asnillo blanco, correr hacia las huestes del virrey
gritando aquello de “Con vos y Dios nuestro señor”. Lo que más
jorobaba era, en cambio, seguir firme proponiendo desde la Academia y
el trabajo de campo, de varias disciplinas científicas, soluciones
que a ellos no solo les venían muy largas sino que además no les
interesaban.
Ya
en nuestros días, como el virrey ha sido abdicado y se estilan desde
el horizonte patrio estéticas de belleza masculina de gráciles y
graciosos movimientos, el paradigma cambia. Trajeados deportivos,
barbas comerciales para imponer lo que por aptitud se detecta
carente, parafraseados que cambian de dirección y sentido según
gima el viento, brindis al sol montera en mano, cremas exfoliantes
para suavizar la dureza de algunas jetas, cambios de cromos repetidos
cientos y miles de veces… Pero no, aún hay más
versiones.
Quedan aguerridos políticos que se aman a si mismos con frenesí y
no necesitan potingues ni ungüentos. Excelsos como áureas figuras
del Olimpo que pretenden diferenciarse de la chusma con señas
identidad propia.
Y para lograr sus fines, Tirios y Troyanos creen que nada mejor que introducir en sus
discursos gentilicios, epítetos, movimientos de ceja y de cadera,
rodearse de palmeros atractivos - ¿no hay feos en España?- y vencer
a toda costa aunque no se convenza. La
carrera por el asiento comienza, ya suenan los motores y
todos quieren merecer.
Sí,
claro que el Sistema Neocon nos la está jugando; pero desde hace
mucho. ¿No se habían dado cuenta?. ¿Qué
la deslocalización desertiza áreas antaño prósperas?. Por
supuesto. ¿Tenían anteojeras para no verlo?. La clase media
desaparece y la desigualdad es cada vez mayor. Pero eso ya lo habían
vaticinado unos “desconocidos”
hace casi dos siglos. El primero,
Carlos Marx y el
otro, Federico
Engels, allá por 1848, en “El Manifiesto Comunista”. ¿Lo habrán
leído los
que ahora cortan el bacalao?.
Por
si alguno no lo
hizo,
conozcan
que nunca
se habló
de matar a nadie, eso
es cosa de estúpidos que ni siquiera saben que, en esencia, era
un aviso a navegantes en la adolescencia del Sistema Mundo.
Estas
son las copas y entremeses que sirven los cuatro jinetes del
Apocalipsis, camareros del Sistema. Por cierto, recordad que en los
aquelarres de los amos del mundo, a veces, son invitados, para
amenizar los intermedios, politiquillos jubilados usuarios de puertas
giratorias. Pero claro, nun me hagáis mucho casu, tampoco
es políticamente correcto hablar de ello. Vale más dejarse encantar
los oídos por nuevas “cosamochas” descendientes de aquel
“Petromocho” que nos dejo sin aire. que nos propongan
nuevas inversiones
millonarias para engrosar la lista de los no-nacidos o muertos antes
de tiempo paridos de
los Fondos Europeos que, antepasados de los presentes, gestionaban sin juicio y
con prestigio. En fin, en la Historia, como en la histeria, las
recaídas son frecuentes.
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