viernes, 9 de diciembre de 2016

DEL AMOR Y LOS IMPUESTOS


“Yo soy más del amor que de los impuestos”. Con esta frase arrancó su disertación un tertuliano, de esos que se autoproclaman profesionales, una noche de sábado en “La Sexta Noche”. Y no, lejos de lo que podéis pensar, amigos míos, no se referiría a la necesidad de imponer un IVA especial a quienes consumaran el amor de pago por la escasez o falta total del doméstico. Sus planteamientos eran otros bien distintas, como entenderéis seguidamente.
Acto seguido, después, deleitó con una serie de teorías populacionistas a favor del, a su juicio, necesario incremento de población para salvar un sistema de pensiones patrio que, a base de sablazos, nuestros ministros, todos ellos grandes espadas de la economía europea, de ahí los sablazos quizás, ha quedado temblando en torno a quince mil millones de euros. Así, en una espiral mágica, aumentar la población garantiza más empleos, la caja de pensiones y como colofón la sostenibilidad de la economía española.
Al oír como nuestro contertulio desenrollaba uno a uno los eslabones de esta cadena virtuosa, tal y como si fuese una maravillosa serpentina de felicidad eterna, se me iban crispando las meninges, apretando las mandíbulas y finalmente estallé en la salita de casa soltando un exabrupto que asustó a toda mi familia. “Y una polla como una olla...” debí decir, o algo incluso peor se me antoja, pero mejor me lo callo y no lo repito so pena de censura y horas sociales por mor de la Ley Mordaza del gobierno presente. Y no es que yo sea precisamente un ultraortodoxo defensor del celibato, que esté en contra del amor libre y repela las relaciones sexuales antes del matrimonio. Ni mucho menos, se debe amar a quien gustes, cuando quieras y donde te apetezca. Lo de traer nuevas vidas al mundo... Eso ya “ye otra coa”.
Pero ya mentidos en “fariña” y porque cuando se rebate una tesis siempre deben aportarse datos de fuentes fiables, para no quedar en conjeturas como la propia que se pretende falsear, ahí van una serie de ellos; y todos en la misma dirección. Parto, en inicio, de los datos que el INE estima para la población española hasta el año 2064 y se representan en la siguiente gráfica de elaboración propia y casera. 
2015 2019 2024 2029 2034 2039 2044 2049 2054 2059 2064
46436797 46171990 45829722 45484908 45154897 44822879 44434981 43872621 43075084 42059994 40883832


 

Aparece claramente dibujada y definida una evidente reducción de la natalidad que supone un crecimiento vegetativo negativo, en torno a cinco millones de habitantes en los próximos cincuenta años. Esta serie números y cifras queda un tanto estéril si su información no se completa con una pirámide de población. Elemento que servirá de pie para una de las premisas de mi ataque final al fortín populacionista, como ya había hecho Malthus en su momento. Además, siempre bebiendo de las fuentes del INE, que dan frescura y fundamento a cualquier análisis, se comparan las distintas formas de de las pirámides poblacionales de España en cinco momentos – tres pasados y dos estimados para el futuro.

A vista de pájaro, se observa la transformación que se está obrando sobre la estructura de población española que, partiendo de una clara forma piramidal, a lo largo del siglo pasado se va estrechando en la base y haciéndose cada vez más roma en su cúspide hasta llegar a invertirse totalmente en la previsión para mediados del S.XXI.
Hora es de implementar a los datos demográficos los de la Historia Económica reciente para echar por tierra todos los planteamientos populacionistas. Allá vamos. Existen una serie de verdades irrefutables que, desde el mundo de la economía, impiden que medidas, basadas en los incrementos de natalidad, que tan buenas fueron para los periodos de la primer y segunda Revolución Industrial, sirvan en el presente – futuro próximo.
  • La estructura productiva de las economías postmodernas no requieren un volumen de mano de obra tan grande como antaño.
  • Se produce un efecto sustitución de maquinaria y alta tecnología por mano de obra humana. Situación que se va haciendo cada vez más patente.
  • Los nichos de mercado que tradicionalmente daban albergue a empleos más productivos se van haciendo saturando y disminuyendo finalmente su importancia y aportación en sociedades maduras.
  • Se necesita un reparto de tiempos de ocio y de trabajo. Reducción de jornadas y de su duración.
  • Todo ello lleva a que, pese a los esfuerzos cada vez haya más mano de obra obsoleta, es decir desempleo, en las economías occidentales.
  • La desprotección del factor trabajo internacional hace que se subemplee a trabajadores, del tercer y cuarto mundo, en minoría de edad y situaciones de cuasi esclavismo. Lo que, a parte de la injusticia global, supone un incremento del desempleo en los países del primer mundo que ejercen como “negreros”.
Este es el marco que parece va servir para soportar el óleo o las acuarelas que pinten los nuevos tiempos. Por ello suponer que un incremento de población será la panacea de los modelos de desarrollo sostenido y sostenible futuro es una memez y comentarlo un auténtico despropósito de “sobraos” e indocumentados. Porque si ya es difícil contener y mantener a una población pensionista, cuya esperanza y calidad de vida son cada vez mayores, peor va a ser tener que bregar con una nueva avalancha de jóvenes sin esperanza de empleo, si la pirámide vuelve a ensanchar por su base.

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