“Yo soy más del amor que de los impuestos”. Con esta frase
arrancó su disertación un tertuliano, de esos que se autoproclaman
profesionales, una noche de sábado en “La Sexta Noche”. Y no,
lejos de lo que podéis pensar, amigos míos, no se referiría a la
necesidad de imponer un IVA especial a quienes consumaran el amor de
pago por la escasez o falta total del doméstico. Sus planteamientos
eran otros bien distintas, como entenderéis seguidamente.
Acto seguido, después, deleitó con una serie de teorías
populacionistas a favor del, a su juicio, necesario incremento de
población para salvar un sistema de pensiones patrio que, a base de
sablazos, nuestros ministros, todos ellos grandes espadas de la
economía europea, de ahí los sablazos quizás, ha quedado temblando
en torno a quince mil millones de euros. Así, en una espiral mágica,
aumentar la población garantiza más empleos, la caja de pensiones y
como colofón la sostenibilidad de la economía española.
Al oír como nuestro contertulio desenrollaba uno a uno los
eslabones de esta cadena virtuosa, tal y como si fuese una
maravillosa serpentina de felicidad eterna, se me iban crispando las
meninges, apretando las mandíbulas y finalmente estallé en la
salita de casa soltando un exabrupto que asustó a toda mi familia.
“Y una polla como una olla...” debí decir, o algo incluso peor
se me antoja, pero mejor me lo callo y no lo repito so pena de
censura y horas sociales por mor de la Ley Mordaza del gobierno
presente. Y no es que yo sea precisamente un ultraortodoxo defensor
del celibato, que esté en contra del amor libre y repela las
relaciones sexuales antes del matrimonio. Ni mucho menos, se debe
amar a quien gustes, cuando quieras y donde te apetezca. Lo de traer
nuevas vidas al mundo... Eso ya “ye otra coa”.
Pero ya mentidos en “fariña” y porque cuando se rebate una
tesis siempre deben aportarse datos de fuentes fiables, para no
quedar en conjeturas como la propia que se pretende falsear, ahí van
una serie de ellos; y todos en la misma dirección. Parto, en inicio,
de los datos que el INE estima para la población española hasta el
año 2064 y se representan en la siguiente gráfica de elaboración
propia y casera.
2015 | 2019 | 2024 | 2029 | 2034 | 2039 | 2044 | 2049 | 2054 | 2059 | 2064 |
46436797 | 46171990 | 45829722 | 45484908 | 45154897 | 44822879 | 44434981 | 43872621 | 43075084 | 42059994 | 40883832 |
Aparece claramente dibujada y definida una evidente reducción de
la natalidad que supone un crecimiento vegetativo negativo, en torno
a cinco millones de habitantes en los próximos cincuenta años. Esta
serie números y cifras queda un tanto estéril si su información no
se completa con una pirámide de población. Elemento que servirá de
pie para una de las premisas de mi ataque final al fortín
populacionista, como ya había hecho Malthus en su momento. Además,
siempre bebiendo de las fuentes del INE, que dan frescura y
fundamento a cualquier análisis, se comparan las distintas formas de
de las pirámides poblacionales de España en cinco momentos – tres
pasados y dos estimados para el futuro.
A vista de pájaro, se observa la transformación que se está
obrando sobre la estructura de población española que, partiendo de
una clara forma piramidal, a lo largo del siglo pasado se va
estrechando en la base y haciéndose cada vez más roma en su cúspide
hasta llegar a invertirse totalmente en la previsión para mediados
del S.XXI.
Hora es de implementar a los datos demográficos los de la Historia
Económica reciente para echar por tierra todos los planteamientos
populacionistas. Allá vamos. Existen una serie de verdades
irrefutables que, desde el mundo de la economía, impiden que
medidas, basadas en los incrementos de natalidad, que tan buenas
fueron para los periodos de la primer y segunda Revolución
Industrial, sirvan en el presente – futuro próximo.
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La estructura productiva de las economías postmodernas no requieren un volumen de mano de obra tan grande como antaño.
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Se produce un efecto sustitución de maquinaria y alta tecnología por mano de obra humana. Situación que se va haciendo cada vez más patente.
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Los nichos de mercado que tradicionalmente daban albergue a empleos más productivos se van haciendo saturando y disminuyendo finalmente su importancia y aportación en sociedades maduras.
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Se necesita un reparto de tiempos de ocio y de trabajo. Reducción de jornadas y de su duración.
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Todo ello lleva a que, pese a los esfuerzos cada vez haya más mano de obra obsoleta, es decir desempleo, en las economías occidentales.
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La desprotección del factor trabajo internacional hace que se subemplee a trabajadores, del tercer y cuarto mundo, en minoría de edad y situaciones de cuasi esclavismo. Lo que, a parte de la injusticia global, supone un incremento del desempleo en los países del primer mundo que ejercen como “negreros”.
Este es el marco que parece va servir para soportar el óleo o las
acuarelas que pinten los nuevos tiempos. Por ello suponer que un
incremento de población será la panacea de los modelos de
desarrollo sostenido y sostenible futuro es una memez y comentarlo un
auténtico despropósito de “sobraos” e indocumentados. Porque si
ya es difícil contener y mantener a una población pensionista, cuya
esperanza y calidad de vida son cada vez mayores, peor va a ser tener
que bregar con una nueva avalancha de jóvenes sin esperanza de
empleo, si la pirámide vuelve a ensanchar por su base.
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